Semana: 10-May-10 al 15-May-10

Resumen de los puntos centrales de las guías de lectura

Procesos de Aprendizaje

I Ciclo-Diplomado en Teología

Semana del 10 de mayo de 2010 al 14 de mayo de 2010

Estudiante: William Mauricio de Jesús Calderón Chaves

Lectura del curso:

Avendaño Herrera, Francisco (s.f.). Introducción a la Teología (pp. 145-212). UNED.

 

TEMA IV

REVELACIÓN, TRADICIÓN Y ESPIRITUALIDAD

 

La Biblia es un testimonio escrito de un acontecimiento. Es un conjunto de escritos que tienen las características propias del lenguaje humano, las palabras que utiliza pertenecen a lenguajes particulares que se pueden ubicar en el espacio y en el tiempo; en ese lenguaje, sin embargo, se alude a una experiencia cuyo mensaje es para todos los tiempos y para todas las personas.

 

En la Biblia se afirma que la revelación, en cuanto acontecimiento, sólo puede ser testimoniada con signos evocativos y sugestivos. En el fondo la revelación no es fruto del esfuerzo humano o de la mística. Es una realidad que se antepone al ser humano, es Dios en procura del ser humano. El Dios que se revela se deja escuchar pero no se deja manipular y objetivar; nos orienta hacia El, pero no para que lo poseamos sino para que vivamos en comunión con El.

 

La revelación es el acto libre por el que Dios comunica su ministerio a la humanidad invitándola a compartirlo. La revelación constituye el fundamento de la fe y su referencia constante; la teología, que nace de la revelación, intenta comprender su ministerio a la luz de la inteligencia.

 

El Antiguo Testamento lee el acontecimiento de la revelación a la luz de la intervención libre, soberana y poderosa de Dios. La expresión privilegiada para expresarlo es “palabra de Yahvé”. Para el hombre bíblico, a pesar de que se da el “ver” y el “mirar” a Yahvé, parece tener más garantía el “escuchar” su voz.

 

El Nuevo Testamento es Dios mismo el que ha hablado; en la antigüedad la palabra había estado caracterizada por la fragmentariedad y la multiplicidad de las expresiones, ahora, en la persona del Verbo hecho carne, la revelación no es ya sólo “audible”, sino visible en la persona de Jesús de Nazaret. Es ahora la comunidad creyente, la Iglesia, la que tiene la misión de anunciarlo y atestiguarlo con hechos. Todo el período patrístico vive a la “sombra” del acontecimiento de la salvación. Hay, sin embargo, dos movimientos que pueden ayudar a comprender el dinamismo subyacente. Por un lado, se advierte una viva preocupación por la ortodoxia, que impulsa a los Padres a precisar los contenidos y las terminologías relativas a la revelación, aun cuando el concepto como tal sigue siendo unitario y global. Particularmente Irineo se preocupará por defender expresamente contra marcionitas y valentinianos la dimensión histórica y dinámica del acontecimiento revelado. Insistiendo en el texto de Mt. 11,27, muestra contra los valentinianos que hay una dinámica de la revelación. El logos revela a Dios porque lo conoce pero lo hace en la condición humana porque es la única forma de comunicación. En el Nuevo Testamento utiliza al menos 15 términos diferentes para hablar de la revelación, pero su referencia es siempre Jesús de Nazaret y su actividad; por tanto, la revelación es principalmente la descripción de su persona, de su actividad y de su enseñanza.

 

Es posible verificar una historia o economía de la revelación, que tiene su origen en la creación y culmina en el acontecimiento Jesucristo.

 

La primera revelación, que se expresa a través de la naturaleza, puede llamarse revelación cósmica o natural. Por tanto, lo creado se convierte en el escenario en el que el hombre bíblico ve cómo Dios sale por primera vez del silencio de su misterio.

 

Hay una segunda revelación llamada histórica. Se refiere sobre todo a los acontecimientos que constituyen la historia de Israel que inicia con Abraham y continúa con liberación de la esclavitud de Egipto, la alianza, la Torá, etc.

 

La tercera expresión de la revelación es la profética. Se conoce en los diversos oráculos o en los signos proféticos que se realizan. Esta revelación pasa a través de la mediación personal de algunos hombres llamados a expresar las palabras mismas de Yahvé; escuchar o rechasar su palabra coincide con escuchar o rechazar a Dios. La revelación profética recorre las grandes etapas de la historia de Israel, como la alianza, la Torá y la fidelidad a Yahveh, pero las inserta en una perspectiva más profunda y más espiritual, para que nadie se quede en una relación puramente formal con Dios.

 

La cima de la revelación es la relación crística. La revelación de la palabra se hace ella misma “carne” y Dios toma cuerpo en el lenguaje de Jesús de Nazaret. Esta revelación, como se indica la Dei Verbum en el n. 4, debe considerarse “definitiva” y “completa”, ya que en Jesús Dios nos dice todo lo que, en su misterio de amor, quería comunicar a la humanidad.

 

La revelación que lleva acabo Jesús es definitiva, porque en él se da a conocer plenamente el misterio de Dios. En efecto, él manifiesta que Dios es Padre, Hijo y Espíritu; esta revelación sólo podría hacerla él, que comparte con Dios su misma naturaleza.   Al revelarse a sí mismo en la naturaleza humana, Dios revela al hombre a sí mismo: le permite descubrir el plan de salvación original más allá de la desobediencia del pecado y le invita de nuevo a reconciliarse con él.

 

La tradición religiosa es el medio de conservar la religión. Esta experiencia se realiza en los ritos. El rito es, por tanto, una forma fundamental de tradición religiosa. Los ritos de los cultos hacen perceptible y eficaz el acontecimiento originario al hacerlo presente y son transmitidos y recibidos en el ámbito claramente delimitado de un grupo cultural, a cuya actitud religiosa dan forma y expresión.

 

La transmisión de la tradición religiosa se realiza la mayoría de las veces, mediante comunicación de fórmulas, textos y cantos, fijamente establecidos; es por ello que no hay tradición sin fórmulas fijamente establecidas. La transmisión y la recepción de los “mitos” suponen la existencia de fórmulas sagradas que se transmiten. La tradición religiosa elige escrupulosamente las palabras por las cuales transmite su contenido. Las fórmulas permiten que la configuración ya invariablemente establecida de la tradición sobreviva a las épocas y se conserven sin alteraciones.

 

La palabra de Dios revelada (revelación) se nos transmite por medio de la Sagrada Escritura del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento y por medio de la Tradición Oral. Con Tradición Oral se hace mención a las enseñanzas que provienen de los apóstoles oralmente y que no fueron escritas; diferenciándolo de aquellas tradiciones referentes a usos o costumbres culturales propios de la Iglesia en cada época, como la consagración de campanas y de altares, la bendición de los frutos del campo y de los objetos de devoción, entre otros ejemplos.

 

Ir a la semana anterior          Subir          Ir a la siguiente semana

 

Para probar la inspiración de la Sagrada Escritura es preciso recurrir a la tradición que se extiende desde los Padres de la Iglesia hasta nuestros días. Si no se acepta esta tradición, queda necesariamente sin fundamento la fe en la inspiración de la Sagrada Escritura. Así, pues, comprobamos que la Escritura y la tradición forman una unidad (Escritura y teología). La elaboración del canon pone de manifiesto que la Escritura, la tradición y la Iglesia van siempre juntas y forman una unidad.

 

Las epístolas apostólicas, que forman parte de la Sagrada Escritura, pueden también informarnos abundantemente sobre las tradiciones no escritas. De este modo; se reflejan tres características de la tradición apostólica. La tradición apostólica no se reduce solamente a la historia de Cristo; comprende también las normas disciplinares y morales que deben regir la conducta de los cristianos. La primera característica es que las verdades fundamentales del Evangelio aparecen expuestas y reunidas ya en la Biblia como fórmulas de profesión de fe; segundo, la tradición apostólica no es algo rígido y mecánico, sino una transmisión viva, la cual deja margen a la personalidad y a la libertad del apóstol, motivo por el cual hace que la tradición sobre un mismo y único hecho de Cristo llegue hasta nosotros a través de testimonios apostólicos que presentan matices y detalles diferentes; y tercero, que la tradición apostólica constituye ya un desarrollo de las palabras originadas de Jesucristo.

 

La tradición eclesiástica es la forma en que la tradición apostólica prolonga su vida y su existencia en el ámbito de la Iglesia. La tradición eclesiástica no es idéntica a la apostólica, sino que presenta diferencias decisivas. La tradición apostólica es un proceso divino. Los apóstoles son en ella órganos del Espíritu Santo, y el mismo Dios confía a los apóstoles el mensaje de la salvación en Jesucristo. En cambio, la tradición eclesiástica es un proceso humano, sin que sea por ello un quehacer puramente humano; pero no lo hacen sólo por sí mismos. Son hombres encargados por Dios, autorizados y llamados por la Iglesia, los cuales gozan de la asistencia del Espíritu Santo cuando se trata de los heraldos de la tradición apostólica. Son hombres auxiliados por el Espíritu Santo cuando se trata del testimonio de los creyentes como testigos de la tradición eclesiástica. Así, pues, los que llevan sobre sus hombros en la Iglesia la tradición apostólica en marcha hacia el futuro son los hombres llamados por Dios al servicio de la palabra, enviados por la Iglesia y dotados por el Espíritu Santo con el carisma del magisterio, los cuales aceptaron la palabra en la gracia de la fe.

Mientras la tradición apostólica está constituida por el mensaje de salvación en Jesucristo que anunciaron los apóstoles, la tradición eclesiástica tiene por objeto la recta inteligencia y enseñanza del mensaje que nos legaron los mismos apóstoles. Por tanto, en la tradición eclesiástica, la predicación del mensaje se realiza en forma de doctrina.

 

En la tradición apostólica se trataba de la predicación del Evangelio a quienes aún no creían en él. En cambio, la tradición eclesiástica se dirige a quienes ya creen. Aquí se trata de la recta inteligencia de la tradición apostólica, así como la confesión de la verdadera fe frente a las creencias equivocadas, suscitadas por las doctrinas erróneas que surgen en el ámbito de la Iglesia. La tradición apostólica es una actividad misionera, mientras que la tradición eclesiástica es un quehacer de la Iglesia. Esta es exactamente la situación en que las epístolas pastorales examinan el problema de la tradición. En ellas se trata de la suerte ulterior de la tradición de los apóstoles en vista de los herejes y la falsa gnosis que comienza a irrumpir en la Iglesia (1 Tim 6,20).

 

La Biblia no se interpreta a sí misma, sino que necesita de la tradición para su interpretación. Esta afirmación se encuentra atestiguada en la tradición desde el principio. En lo referente a los usos y costumbres de la Iglesia es evidente que la Sagrada Escritura no los contiene en su totalidad. La tradición expresa desde el principio esta insuficiencia del contenido de la Sagrada Escritura respecto a los usos y costumbres de la Iglesia. En lo concerniente a la fe, puede afirmarse que se halla toda en la Sagrada Escritura y toda la tradición. Respecto a los usos y costumbres de la Iglesia es necesario decir que se hallan, en parte, en la Sagrada Escritura y, en parte, en la tradición.

 

Poseemos una memora ancestral (tradición) de la experiencia de Dios, memoria que requiere ser actualizada y vivificada constantemente. Ser parte de un pueblo (colectividad) con memoria no constituye la fe, pero tener fe sí es compartir una memoria. La memoria de la fe se nos trasmite por medio de signos gestados en comunidad y es en comunidad donde acontece su significación.

 

Dos actitudes inadecuadas frente a la tradición son la fundamentalista y la racionalista. La fundamentalista es la actitud de considerar cada palabra como literalmente válida, manifestando incapacidad de incorporar lo histórico pues al darle un valor absoluto y divino termina por negarlo en cuanto tal, de modo que vincula la fe al pasado y no le da la importancia debida a la presencia y experiencia de Dios en el presente. La tendencia racionalista, reduce la tradición a un objeto entre otros, resaltando como perspectiva fundamental la científica y la comprobable. La teología tiene dos cometidos respecto a estas dos actitudes; rectificar las ideas erróneas de los fundamentalistas y relativizar la confianza excesiva de los racionalistas.

 

Para muchos cristianos, la palabra "mito" significa algo opuesto a la verdad. Al comprender la revelación como conjunto de verdades reveladas, esta supone la superación de los mitos considerados como errores en que se fundamentan las religiones no cristianas.

 

Una temática fundamental para la teología, es la espiritualidad en cuanto vida humana vivida con conciencia de la presencia del Espíritu. La palabra “espiritualidad” tiene varios significados, siendo el más fundamental la relación que existe con una realidad que se percibe como el fundamento último y no objetivo de la vida. Esta relación tiende a ser testimoniada por medio de signos o símbolos que se enmarcan dentro de lo que se describe como “mito”. Estos signos tienden organizarse en forma de instituciones denominadas “religiones”. Las religiones son formas institucionales de expresión mítica.

 

Descarga del archivo en formato PDF
Aprendizaje III-BloqueLecturas (10-May-10 al 14-May-10)

Resumen de los puntos centrales de las guías de lectura

Nombre del archivo:
Aprendizaje III-BloqueLecturas _10-May-1
Documento Adobe Acrobat 30.6 KB

Ir a la semana anterior          Subir          Ir a la siguiente semana

<= Click aquí  

 

*  VI Ciclo *

2012

 

NOVEDADES DEL SITIO

   

Del

01-Octubre-2012

al

03-Noviembre-2012

........... Enlaces Internos ...........
........... Enlaces Internos ...........
El Tiempo San José
......... ¡Jesús resucitó! .........
......... ¡Jesús resucitó! .........

AVISO LEGAL PARA VISITANTES DEL SITIO:

Esta página web cuenta temporalmente con el servicio prestado por Google, Inc., adicional a jimdo, del seguimiento estadístico mediante

Google Analytics.

****************

Website counter