EL PROFETA BÍBLICO
El Pentateuco incluye una historia desde la creación hasta la llegada a la Tierra Prometida. La historia de Israel es la historia de las alianzas entre un pueblo y Dios, quien no abandonará a su pueblo a pesar de las infidelidades que Israel pueda tener.
Después del diluvio, Dios hizo una alianza con Noé según la cual no volvería a destruir la creación; luego hizo una alianza con Abraham, según la cual le daría una gran descendencia y Él sería su Dios; con la salida de Egipto en el Éxodo, sobresale Moisés quién guió al pueblo por el desierto, donde se dan importantes acontecimientos como el don de la ley o decálogo en el Monte Sinaí, la Alianza, el becerro de oro, la renovación de la Alianza y la construcción del santuario (De la creación a los profetas, s.f.).
Bajo el liderazgo de Josué, el pueblo se instala en las tierras de Canaan. Al morir Josué, el pueblo se va tras los Baales (Jc 2,11), por lo cual Yahvé se enciende en ira y los deja a merced de sus enemigos. Luego Dios se compadece y suscita así los Jueces quienes dirigen al pueblo y llevan al pueblo hacia Dios.
Dentro de este contexto, surgen los profetas. Respecto a los inicios del profetismo en Israel, se ha de distinguir en dos tipos diferentes de inicios; uno tomado en sentido teológico y otro en sentido histórico (Mayoral, s.f.):
a) Sentido teológico; situado en el Antiguo Testamento en Moisés, quien recibe el Espíritu de Dios con el fin de poder gobernar en su nombre al pueblo liberado de Egipto. El Espíritu pasó después a los setenta ancianos que ayudaron a Moisés a gobernar y empezaron a profetizar (Núm 11, 16-24); sin embargo, este acontecimiento no volvió a suceder dentro del pueblo, hasta siglos después con la llegada del tiempo de los profetas.
b). Sentido histórico; Samuel es considerado a la vez como el último de los caudillos y el primero de los grandes profetas de Israel (1Sam 3, 19-20). Los hijos de Samuel, constituidos como Jueces por su padre, no siguieron el camino de Samuel; sino que aceptaron regalos y torcieron el derecho (1Sam 8, 2-3). Por eso los ancianos de Israel le pidieron a Samuel que les pusiera un rey (1Sam 8, 4.5). Así inicia la monarquía y con el surgimiento de la monarquía surgen también los profetas.
El profetismo en Israel se extiende por varios siglos. Considerando que el profetismo y la monarquía nacen prácticamente juntas, se puede ubicar ya desde finales del siglo XI a.C. con Samuel. Los llamados profetas clásicos se sitúan entre el siglo VIII y el siglo VI antes de Cristo. En sus primeras manifestaciones, y por mucho tiempo, el profetismo fue un fenómeno exclusivamente oral. Sólo después se empezaron a escribir las profecías. En total existen en la Biblia 18 libros proféticos, si se incluyen las Lamentaciones de Jeremías y el de Baruc, que se mencionan a continuación (La literatura profética, s.f.):
Isaías |
Daniel |
Jonás |
Ageo |
- Jeremías |
Oseas |
Miqueas |
Zacarías |
- Lamentaciones |
Joel |
Nahum |
Malaquías |
- Baruc |
Amós |
Habacuc |
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- Ezequiel |
Abdías |
Sofonías |
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La monarquía aparece como una concesión de Dios a petición de Israel, pero sin que Él renuncie a su autoridad soberana como el verdadero rey de Israel, a quien, por encima de toda autoridad humana, el pueblo debe obediencia y lealtad absolutas. De este modo, la presencia del profeta le recuerda al pueblo que la fidelidad a Dios trae bienestar y prosperidad, mientras que la desobediencia acarrea desastres y sufrimientos.
El fenómeno del profetismo no es exclusivo de Israel. Sin embargo, el profetismo de Israel, a diferencia de otros profetismos, le atribuye su origen a Yahvé, el único y verdadero Dios; con todo lo que ello implica teológicamente para el pueblo de Israel. Mayoral (s.f.) expresa que el profeta bíblico es tal, no por tener un don particular como ocurre en otras religiones, sino que el profeta, sea hombre o mujer, es quien está impulsado por el Espíritu de Dios para ser sus mensajeros. Además, explica que desde la antigüedad existen religiones que ven en la divinidad como un ser que se puede influenciar y manipular por la intervención humana; forzando de algún modo su voluntad para conseguir tanto lo bueno, para el propio grupo religioso; como lo malo, para los enemigos. En tales criterios, los creyentes no tienen la intención de obedecer la voluntad del dios o de los dioses, sino simplemente intervenir en su voluntad para ponerlos de su parte y a favor de sus intereses. Motivo por el cual se está ante un fenómeno más propio de la mentalidad mágica que de la religiosa. Ante esta perspectiva, el profeta en la mentalidad de otras religiones sería más bien un mago. Israel no estuvo exento de caer en esta tentación, como tampoco estamos exentos en la actualidad de caer en este tipo de mentalidad. El movimiento profético bíblico sostuvo duras batallas para defender a Dios de los manejos de las personas religiosas; recordándoles cuál era la verdadera voluntad de Dios y reclamar para Él una obediencia absoluta.
Sicre (s.f.) nos indica además que el mensaje de los profetas bíblicos hace continuas referencias a las circunstancias históricas, políticas, económicas, culturales y religiosas de su tiempo; este mensaje profético se orienta de este modo a la denuncia del mal (injusticias sociales, económicas, el falso culto a Dios, etc.) y el anuncio (esperanza, salvación, restauración, prosperidad, paz y seguridad, etc.). El profeta es una persona llamada por Dios para transmitir su palabra, para orientar a sus contemporáneos e indicarles el camino recto.
En determinadas circunstancias, los profetas son conscientes de revelar cosas ocultas. Pero su principal misión es iluminar el presente, con todos sus problemas concretos, como son las injusticias sociales, política interior y exterior, corrupción religiosa, desesperanza y escepticismo. La existencia del profeta bíblico está en todo momento al servicio de Dios y orientado al pueblo. Los rasgos más llamativos de la personalidad profética son los siguientes:
a) El profeta es una persona inspirada; es Dios quien le habla y se convierte en su portavoz. Esta inspiración le viene de un contacto personal con él, que inicia en el momento de la vocación. Por eso, cuando el profeta habla o escribe, no acude a archivos y documentos, como los historiadores; tampoco se basa generalmente en la experiencia humana general, como los sabios de Israel. Su único punto de apoyo; su fuerza, autoridad y su debilidad, es la palabra que el Señor le comunica personalmente, cuando Dios quiere, sin que él pueda negarse a proclamarla.
b) El profeta es una persona pública; su deber de transmitir la palabra de Dios lo pone en contacto con los demás. Su lugar es la calle y la plaza pública, el sitio donde la gente se reúne, donde el mensaje es más necesario y la problemática más acuciante.
c) El profeta es una persona amenazada; ya sea porque el pueblo aunque escucha al profeta, no pone en práctica lo que él les dice; o bien, por ser abiertamente amenazado por los reyes y los poderosos, en quienes Yahvé ha delegado la autoridad; también perseguido por los mismos sacerdotes y los falsos profetas; e incluso amenazado por el propio pueblo que se vuelve contra él, con críticas, desprecios y persecuciones.
d) La profecía es un carisma; sin distinción de sexos, pueden ser de igual manera llamados a profetizar tanto hombres como mujeres, como Débora (Jue 4) o Hulda (2 Re 22); sin distinción de la cultura, al no ser un requisito contar con estudios especiales para transmitir la palabra del Señor; sin distinciones de clases, porque personas vinculadas a la corte, como Isaías, pequeños propietarios, como Amós, o simples campesinos, como Miqueas, pueden ser llamados por Dios; sin distinciones de posiciones religiosas, porque no es preciso ser sacerdote para ser profeta; sin distinción de la edad, porque Dios encomienda su palabra lo mismo a adultos que a jóvenes.
Entre los medios de comunicación de los profetas bíblicos se haya la palabra y las acciones simbólicas.
1. La palabra es el medio más habitual entre los profetas para transmitir el mensaje de Dios, y se da a través de una gran variedad de géneros literarios:
a) Géneros tomados de la sabiduría tribal y familiar; tales como exhortación, interrogación, parábola, alegoría, enigmas, bendiciones y maldiciones, comparaciones.
b) Géneros tomados del culto; como himnos, oraciones, instrucciones y, quizá, los oráculos de salvación.
c) Géneros tomados del ámbito judicial; tales como el discurso acusatorio, la requisitoria, la formulación casuística, o algunos elementos de estos géneros para insertarlos en un contexto más amplio.
d) Géneros tomados de la vida diaria; por ejemplo los cantos que surgen en las más diversas situaciones de la vida, tales como el amor, el trabajo, la muerte, etc.
e) Géneros estrictamente proféticos; como son el oráculo de condena dirigido a un individuo y el oráculo de condena contra una colectividad.
2. Las acciones simbólicas se dan a través de los gestos y acciones para darle más fuerza al mensaje por transmitir; como por ejemplo, destrozar un manto nuevo, descuartizar una pareja de bueyes (1 Sm 11,6-7), tirar unas flechas por la ventana (2 Re 13, 14-19), cargar con un yugo al cuello (Jr 27, 1-3.12), o dibujar una ciudad en un ladrillo (Ez 4, 1-3).
Referencias Bibliográficas
De la creación a los profetas (s.f.).
La literatura profética (s.f.).
Mayoral López, Juan Antonio (s.f.). Profetas. Visitado el 20 de septiembre de 2010 de la Web http://www.mercaba.org/Catequetica/P/profetas.htm
Sicre, José Luis (s.f.). Los profetas de Israel y su mensaje. Antología de Textos (10, 11, 12, 13). Ediciones cristiandad.
Bibliografía
Cristianismo (2010)). Visitado el 20 de septiembre de 2010 de la Web de Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Cristianismo
Profeta (2010). Visitado el 20 de septiembre de 2010 de la Web de Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Profeta
Libros proféticos (2010). Visitado el 20 de septiembre de 2010 de la Web de Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Libros_prof%C3%A9ticos
Importancia de la Biblia para nuestra vida (s.f., pp. 66-68) (Versión Electrónica). Descargado el 20 de septiembre de 2010 de la Web http://www.rosario.org.mx/grupos/esc_fe/forma03.pdf