Procesos de Aprendizaje
II Ciclo-Diplomado en Teología
Estudiante: William Mauricio de Jesús Calderón Chaves
Lectura del curso:
Torres Queiruga, Andrés (s.f.). ¿Dónde está Dios? La pregunta en el mundo actual.
¿DÓNDE ESTÁ DIOS?
LA PREGUNTA EN EL MUNDO ACTUAL
La humanidad desde tiempos inmemorables se ha preguntado por Dios bajo diversos nombres y con múltiples resultados. No es que Dios se oculte voluntariamente, por el contrario, siempre nos ayuda frente a las dificultades y nos brinda su auxilio ante la dureza de la vida cotidiana. En la tradición espiritual y teológica se piensa que Dios se oculta voluntariamente a pesar que puede manifestarse de un modo evidente. Este modo de pensar alude a diversas razones; desde la “prueba” ascética para ejercitar la fe, frecuentemente usada en la literatura espiritual; hasta aquella que alude a que Dios manifiesta de este modo “respeto a la libertad humana”. La primera razón tiene hoy poca acogida, pues es más fácil comprender que las pruebas vienen de la vida y que Dios nos brinda su apoyo para poder enfrentarlas. La segunda razón, el respeto a nuestra libertad, goza de un amplio prestigio tanto filosófico como teológico.
Filosóficamente, una comprensión integral de la libertad como capacidad de realizar el propio ser personal, indica que la evidencia del conocimiento no la disminuye, sino que la potencia; conocer bien a alguien facilita y potencia la libertad de la entrega. Teológicamente, la fe implica confianza y entrega, y toda la Biblia está constantemente reflejando el esfuerzo que Dios hace para salir en busca del ser humano, llamándolo con amor incansable. Por otra parte, los bienaventurados, gracias a que viven en la claridad definitiva de la gloria, lejos de perder la libertad, la alcanzan por fin en su plenitud verdadera.
La presencia divina en el mundo se oscurece con las acciones humanas. Incluso, como se nos indica en el Concilio Vaticano II, desde el mismo grupo de creyentes se oscurece esta presencia de Dios producto de la mala presentación de la fe que puede provenir de los mismos creyentes.
Dios ama a su creación, la cual tiende a afirmarse en sí misma asegurando su autonomía, hasta tal punto que incluso puede perder de vista la presencia de su Creador o incluso revelarse contra Él. No se trata entonces de un “dios” que se oculta muy a pesar de su amor; por el contrario, nos brinda su apoyo en nuestro esfuerzo por superar nuestros límites, tratando por todos los medios de dársenos y manifestársenos en la generosidad de su gracia y en la paciencia incansable de su perdón. Éste es el verdadero dinamismo de toda historia de revelación. Por este motivo es que la fe cristiana sabe que no está ante un “dios” tacaño, que se oculta, sino ante el Abbá de Jesús, que ansía revelarse a toda la humanidad, empezando por los más pequeños (Mt 11, 25) y sin excluir siquiera a malos e injustos (Mt 5, 43-48; Lc 6, 35-36).
Desde sus inicios, la humanidad ha descubierto a Dios en la creación. Desde que hay humanidad, hay religión, porque en el mundo se hace de algún modo visible la presencia de lo divino. Y aún hoy, en nuestra cultura secularizada, esa percepción se hace sentir en el seno mismo de la racionalidad técnica y de la burocracia moderna: lo cual se refleja en los surgimientos de las religiones, para-religiones y supersticiones. El ser humano vive en el “medio divino”, el universo no es únicamente el lugar de las epifanías, además es diafanía, transparencia de Dios en todas y cada una de las cosas.
Uno de los mayores avances de la teología actual consiste en comprender que además de ser verdad que Dios está presente en el mundo externo y en la intimidad humana, Dios también tiene su santuario en la acción histórica en favor del ser humano, sobre todo del pobre y la víctima de todo género, y que en esa acción el dinamismo divino tiene el lugar de su brillo más auténtico, convincente e infalsificable.
Estas evidencias están despertando la conciencia cristiana, generando para la fe nuevas formas de comprensión teórica y de vivencia espiritual. Resulta más significativo el hecho de que lo más actual acaba de vuelta al corazón mismo de lo más “tradicional”; por lo menos, de lo bíblicamente tradicional. En la justicia para con los pobres y en la defensa de los marginados y oprimidos han encontrado siempre los profetas el criterio decisivo para guardar, restablecer y profundizar la pureza de la Alianza. Y Jesús de Nazaret puso el centro absoluto de su interés en la promoción de lo humano amenazado, orientado en las relaciones de servicio y de amor. Al ser Dios amor, su presencia se hace visible ante todo allí donde el amor adquiere su propia y terminal figura, precisamente en el amor operante y creador de una auténtica fraternidad entre toda la humanidad.