II Ciclo-Diplomado en Teología
Estudiante: William Mauricio de Jesús Calderón Chaves
Lectura del curso:
Concilio Vaticano II (1965). Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual “Gaudium Spes”: Función de la Iglesia en el mundo
actual. (Capítulo IV, pp.168-177).
A. MODELO ECLESIOLÓGICO GAUDIUM ET SPES SOBRE LA
IGLESIA EN EL MUNDO ACTUAL
El Vaticano II, en su Constitución Pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual, capítulo IV, referente a la Misión de la Iglesia en el
Mundo, indica los siguientes aspectos referente a la relación mutua entre la Iglesia y el mundo.
1. Relación mutua entre la Iglesia y el mundo
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El fundamento de la relación entre la Iglesia, el mundo y sobre la base para el mutuo diálogo, se haya en la dignidad de la persona, la comunidad
humana y sobre el sentido profundo de la actividad del hombre.
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La Iglesia, "entidad social visible y comunidad espiritual", avanza juntamente con toda la humanidad, experimenta la suerte terrena del mundo, y su
razón de ser es actuar como fermento y como alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios.
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La Iglesia no sólo comunica la vida divina al hombre, además difunde sobre el universo el reflejo de su luz, sobre todo curando y elevando la
dignidad de la persona, consolidando la firmeza de la sociedad y dotando a la actividad diaria de la humanidad de un sentido y de una significación mucho más profundos.
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Siempre deseará el hombre saber, al menos confusamente, el sentido de su vida, de su acción y de su muerte.
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El Evangelio enuncia y proclama la libertad de los hijos de Dios, rechaza todas las esclavitudes, que derivan, en última instancia, del pecado;
respeta santamente la dignidad de la conciencia y su libre decisión; advierte sin cesar que todo talento humano debe redundar en servicio de Dios y bien de la humanidad; encomienda,
finalmente, a todos a la caridad de todos. Esto corresponde a la ley fundamental de la economía cristiana.
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Dios es Salvador y Creador, e igualmente, también Señor de la historia humana y de la historia de la salvación. En esta misma ordenación divina, la
justa autonomía de lo creado, y sobre todo del hombre, no se suprime, sino que más bien se restituye a su propia dignidad y se ve en ella consolidada.
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La Iglesia, en virtud del Evangelio que se le ha confiado, proclama los derechos del hombre y reconoce y estima en mucho el dinamismo de la época
actual, que está promoviendo por todas partes tales derechos. Debe lograrse que este movimiento quede imbuido del espíritu evangélico y garantizado frente a cualquier apariencia de falsa
autonomía.
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Acecha, la tentación de juzgar que nuestros derechos personales solamente son salvados en su plenitud cuando nos vemos libres de toda norma divina.
Por ese camino, la dignidad humana no se salva; por el contrario, perece.
2. Ayuda que la Iglesia procura prestar a cada hombre
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La misión de la Iglesia debe crear obras al servicio de todos, particularmente de los necesitados, como son, por ejemplo, las obras de misericordia
u otras semejantes.
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La promoción de la unidad concuerda con la misión íntima de la Iglesia, ya que ella es "en Cristo como sacramento, o sea signo e instrumento de la
unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano".
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La genuina unión social exterior procede de la unión de los espíritus y de los corazones, esto es, de la fe y de la caridad, que constituyen el
fundamento indisoluble de su unidad en el Espíritu Santo.
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La Iglesia no está ligada a ninguna forma particular de civilización humana ni a sistema alguno político, económico y social. La Iglesia, por esta
su universalidad, puede constituir un vínculo estrechísimo entre las diferentes naciones y comunidades humanas, con tal que éstas tengan confianza en ella y reconozcan efectivamente su
verdadera libertad para cumplir tal misión.
3. Ayuda que la Iglesia, a través de sus hijos, procura prestar al
dinamismo humano
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Se equivocan los cristianos que con pretexto que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las
tareas temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vocación personal de cada uno.
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Es igual grave el error de quienes, por el contrario, piensan que pueden entregarse totalmente a la vida religiosa, pensando que ésta se reduce
meramente a ciertos actos de culto y al cumplimiento de determinadas obligaciones morales.
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El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes con el prójimo; falta, sobre todo, a sus obligaciones para con Dios y
pone en peligro su eterna salvación.
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Los laicos, que desempeñan parte activa en toda la vida de la Iglesia, no solamente están obligados a cristianizar el mundo, sino que además su
vocación se extiende a ser testigos de Cristo en todo momento en medio de la sociedad humana.
4. Ayuda que la Iglesia recibe del mundo moderno
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La experiencia del pasado, el progreso científico, los tesoros escondidos en las diversas culturas, permiten conocer más a fondo la naturaleza
humana, abren nuevos caminos para la verdad y aprovechan también a la Iglesia.
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La Iglesia, por disponer de una estructura social visible, señal de su unidad en Cristo, puede enriquecerse, y de hecho se enriquece también, con
la evolución de la vida social, no porque le falte en la constitución que Cristo le dio elemento alguno, sino para conocer con mayor profundidad esta misma constitución, para expresarla
de forma más perfecta y para adaptarla con mayor acierto a nuestros tiempos.
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La Iglesia, por disponer de una estructura social visible, señal de su unidad en Cristo, puede enriquecerse, y de hecho se enriquece también, con
la evolución de la vida social, no porque le falte en la constitución que Cristo le dio elemento alguno, sino para conocer con mayor profundidad esta misma constitución, para expresarla
de forma más perfecta y para adaptarla con mayor acierto a nuestros tiempos.