COMENTARIO ACERCA DE LA CRÍTICA ECLESIOLÓGICA
DE LEONARDO BOFF
Boff (s.f.) y Codina (1990) coinciden en exponer, respecto al tipo de eclesiología tradicional monárquica, los siguientes aspectos:
Entre los aspectos que se destacan en la crítica de Leonardo Boff en ¿Qué Iglesia Queremos? El proyecto popular de Iglesia; se hayan que no se hace distinción entre Eclesiología Tradicional y Eclesiología Moderna por cuanto menciona en términos de tiempo presente, en su modo de analizar la realidad, que aún se vive ante la presencia y el peligro de la eclesiología tradicional monárquica; se percibe una ruptura ante el clericalismo, de tal manera que también se refiere del clero en términos ambiguos, como si indicara cierto alejamiento respecto a la teología tradicional concerniente a la constitución del Episcopado, el Presbiterado y el Diaconado.
Por un lado, Boff afirma que “este nuevo modo de ser Iglesia, no se trata de negar la figura del obispo, del sacerdote, del religioso”, y reconoce como logros del Vaticano II que se reafirmara el carácter de Pueblo de Dios de la Iglesia, la participación de los laicos, la centralidad de la comunidad, la colegialidad de los obispos, la misión como servicio al mundo, entre otros logros (todo el capítulo II de la Lumen Gentium) y por otro lado expresa:
Sin embargo, produjo un texto de compromiso que mantiene la ambigüedad eclesiológica. Al lado de estas propuestas prometedoras reafirmó la vieja teoría de la constitución jerárquica de la Iglesia y de la hegemonía asegurada de modo divino a los portadores del sacramento del Orden, es decir, al clero (capítulo III de la Lumen Gentium). Hoy, en el proceso de reflujo eclesial, de neoromanización y de poderosa reclericalización de toda la Iglesia, se invocan siempre estos textos como criterio de auténtica interpretación y de recepción oficial del Vaticano II, anulando prácticamente las conquistas hechas bajo el signo de la comunión y de la participación de todo el pueblo de Dios.
El autor también indica que “es decisivo no caer en la tentación de institucionalizar las CEBs como subdivisiones de las parroquias. Las CEBs no son un movimiento de la Iglesia sino toda la Iglesia en movimiento. En caso contrario, quedarían configuradas en el marco canónico tradicional y perderían su originalidad.”; sin embargo, respecto a la que él mismo denomina Iglesia clerical acepta que “A su lado, junto a ella, pero sin romper con ella, surge una Iglesia-comunidad que atiende, con otro espíritu, las necesidades religiosas de las personas”; lo cual implica que las comunidades eclesiales de base (CEBs) están desde su nacimiento propuestas en los documentos de Medellín, Puebla, Santo Domingo, entre otros textos, como frutos del Vaticano II; por consiguiente estas comunidades de base se encuentran al amparo de la institucionalidad que en su crítica eclesiológica aconseja evitar.
Boff indica que quienes están a favor de mantener el antiguo modelo tradicional utilizan el capítulo III de la Lumen Gentium para anular los logros obtenidos bajo el capítulo II del mismo documento; sin embargo, al referirse él en términos de “la vieja teoría de la constitución jerárquica de la Iglesia”, “no caer en la tentación de institucionalizar las CEBs como subdivisiones de las parroquias”; entre otros términos, también adopta la misma postura pero desde el lado opuesto, ya que con tales expresiones es como si anulara la autoridad-misión-servicio del Ministerio Ordenado, valorando un texto y desprestigiando otros de un mismo documento en el cual se apoya la aplicación del modelo propuesto para la eclesiología latinoamericana “que permite que broten estas comunidades como una experiencia propia” (Osorno, 2002); como si ambos capítulos de la Lumen Gentium (Ministerio Ordenado-Pueblo de Dios) no fuesen el reflejo de una misma realidad vivida dentro de la comunidad cristiana para la santificación en conjunto de todos los bautizados por medio de Cristo y del Espíritu Santo.
En la edad moderna se está reconociendo desde el mismo seno de la Iglesia los defectos de una excesiva centralización del poder, a su vez se admiten las deficiencias que la descentralización de las iglesias locales puede acarrear cuando éstas se aíslan demasiado (Sampedro, 1996, pp. 38). No hay que pasar por alto que el excesivo alejamiento ante la descentralización puede llegar incluso al extremo de perder parte o totalmente el testimonio de la fe dentro de la vida eclesial, como por ejemplo ha sucedido desde los propios inicios de la Reforma Protestante y se refleja en los múltiples aspectos divergentes de la doctrina cristiana que se profesan dentro de la Reforma.
Referencias Bibliográficas
Boff, Leonardo (s.f.). ¿Qué iglesia queremos? El proyecto popular de Iglesia. [En línea]. Visitado el 06 de septiembre de 2010 de la Web http://www.scribd.com/doc/6539488/Que-Iglesia-Queremos
Codina, Víctor (1990). Para comprender la Eclesiología desde América Latina. España: Editorial Verbo Divino.
Concilio Vaticano II (1965). Constitución dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium” (Capítulo II y III, pp. 17-26).
Osorno, Jesús E. (2002). Las CEBs y su dimensión misionera. Visitado el 08 de octubre de 2010 de la Web http://www.sedos.org/spanish/osorno.htm
Sampedro, Francisco (1996, pp. 38). Las Iglesias Cristianas (3era ed.). Santafé de Bogotá, Colombia: Editorial Linotipia Bolívar y Cía. S. en C.