ALGUNAS PROPUESTAS CRISTOLÓGICAS DE JON SOBRINO
I. La riqueza expresada en la variedad de títulos tiene también su propia peligrosidad.
1. Por una parte, hace posible la concentración en un solo título o en títulos de un solo tipo, con ignorancia o menoscabo de los otros, o de jerarquizarlos según el propio interés, en el que actúa la hybris humana.
A. El uso del título «siervo», por ejemplo, desapareció relativamente pronto en el Nuevo Testamento en cuanto título.
(1) aunque los sinópticos recuperasen su realidad al narrar la pasión de Jesús.
2. Relativamente pronto, y ciertamente en la época patrística, se privilegiaron títulos.
A. Como los de Señor, Hijo de Dios, Cristo, Palabra.
3. Se relegaron al olvido el del sumo sacerdote (el hermano, el fiel y misericordioso, la víctima histórica...), el del siervo (anonado porque carga con el pecado del mundo, y sin embargo es luz y otorga salvación...).
II. Los títulos cristológicos en la actualidad.
A. Es necesaria la creación de nuevos «títulos» o nuevos términos.
(a) Si hoy y a lo largo de la historia no hubiera creatividad e iniciativas para «nombrar» creativamente a Cristo se podría dudar de que se le comprende adecuadamente, e incluso de que se comprende la razón que llevó al Nuevo Testamento a aplicarle títulos de dignidad.
B. Hay que recordar que también en el presente hay que ser cautos al momento de aplicarle a Jesús nuevos títulos.
(a) Para no caer en el peligro de hacer de Jesús una invención a nuestra imagen y semejanza.
(b) Para no caer en el peligro de hacer de Jesús según nuestro interés.
III. La necesidad de «títulos» cristológicos a lo largo de la historia desde América Latina.
1. En América latina es perfectamente legítimo que, en un contexto de opresión, aplicarle otros títulos, entre ellos:
A. «el liberador».
B. «defensor del pobre».
C. «revolucionario de la verdad y de la justicia».
D. «el Cristo cósmico», etc.
VI. Comprensión precisa del dogma cristológico.
1. Acerca de su humanidad.
A. Interpretar el dogma no sólo desde la perspectiva del vere homo:
(a) Jesús es verdaderamente un ser humano.
B. Sino desde el homo verus:
(a) En Jesús ha aparecido la verdadera humanidad.
(1) A la manera de fraternidad.
(2) Solidaridad.
(3) Misericordia...
2. Y lo mismo podemos decir acerca de su divinidad.
A. No sólo desde el veré Deus.
(a) Jesús es verdaderamente Dios.
B. Sino desde el Deus verus:
(a) En Jesús se hace presente el verdadero Dios.
(1) El de las víctimas.
(2) El que queda a merced de los seres humanos...
V. Mantener la más profunda verdad de Calcedonia no consiste sólo en aceptar —y simultanear— una humanidad perfecta con cuerpo, alma, voluntad... y una divinidad perfecta.
1. Sino en aceptar la realidad y el ejercicio concreto de todo ello en y desde Jesús.
VI. Necesidad de recuperar hoy lo fundamental de los títulos del Nuevo Testamento.
1. Nuestra fe real en Cristo no pareciera alimentarse mucho de llamarle Señor, Cristo, Palabra, y nada digamos del cordero de Dios, sumo sacerdote, siervo...
2. Sinceramente no creemos que cambiase mucho nuestra fe, ni siquiera la fe de los mejores, sin esos títulos, y en principio no habría nada de malo en ello, pues la fe, como es sabido, no termina en el enunciado —los términos en que se formula la realidad de Cristo—, sino en su persona.
3. Es entrega en confianza y disponibilidad al misterio de Dios.
A. Dicho cristológicamente, es seguimiento de Jesús hasta el final.
4. No deja de ser chocante el que los títulos que aquellos primeros creyentes aplicaban a Jesús para decir en quién y en qué creían digan hoy muy poco o prácticamente nada.
A. Así, por ejemplo, el título «cristo» se ha convertido en nombre propio —Cristo—.
(a) A casi nadie le sugerirá la importancia decisiva de su contenido original: el mesías que da una esperanza a las mayorías.
B. De ahí la necesidad de volver a lo que fueron los contenidos centrales de los títulos, ver si hoy siguen teniendo sentido y cómo historizarlos.
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