HIJO DE DIOS/HIJO DEL HOMBRE/SIERVO DE YAHVÉ.
EL HOMBRE QUE VENÍA DE DIOS
Y EL DIOS QUE VENÍA EN EL HOMBRE
I. El análisis de este título nos introduce en algo que todavía no se ha explicitado.
1. Relación personal de Jesús con Dios.
A. En cuanto sacerdote,
a). Jesús expresa lo humano que media entre Dios y los seres humanos
B. En cuanto mesías,
a). es el ungido de Dios que recoge la esperanza de salvación
C. En cuanto Señor,
a). actúa con poder
2. La estricta filiación divina será escándalo para los judíos.
A. Debido al monoteísmo
3. La filiación lo será para los griegos.
A. A la manera de siervo.
a). Éstos aceptaban la «comunicabilidad» de la divinidad
b). De ahí, la existencia de «hijos de dioses»
(1). Sobre la base de la comunicación del poder y la participación en él.
c). Pero el abajamiento y la kénosis de la divinidad era locura,
(1). como Pablo dirá a lo corintios.
4. La importancia del título es también teologal.
A. Al lenguaje metafórico de «hijo» le compete remitir a un «padre».
a). Lo que explicitará grandiosamente la teología de Juan.
B. Dicho en lenguaje sencillo,
a). el hombre Jesús tiene «aire de familia» con Dios, y así lo hace presente.
C. Dicho en lenguaje dogmático,
a). de la communicatio idiomatum, lo que se dice de Jesús se debe decir de Dios mismo.
D. En definitiva, se dice que en Jesús ha aparecido Dios a la manera humana,
a). como bellamente lo expresa la liturgia navideña,
(1). «ha aparecido el amor de Dios».
b). Cierto es que desde el Hijo se trastrueca nuestra visión de Dios,
(1). pero, ante todo, desde él conocemos a Dios «un poco más de cerca».
(2). «En Jesús es el propio Dios quien viene con toda su plenitud de amor hacia los hombres».
5. El título tiene importancia antropológica.
A. Todos los seres humanos somos hijos e hijas de Dios.
a). Si en Antioquía se llamó «cristianos» a los creyentes,
(1). el designio de Dios es que lleguemos a ser «hijos en el Hijo» (Rom 8,29).
B. A diferencia de otros títulos, éste expresa varios significados:
a). no sólo quién es Jesús para nosotros —su dimensión salvífica—,
b). sino también qué podemos ser nosotros desde él—
6. estas reflexiones [sobre el título “Hijo”] siguen siendo centrales para la fe, pero son también un desafío.
A. Desde la psicología y la teología feminista se analiza hoy:
a). la limitación de la metáfora «padre», correlativa a la metáfora «hijo».
B. Y desde la perspectiva de las víctimas,
a). hay que analizar la metáfora de «hijos e hijas», correlativa a «padre».
II. Las tradiciones de Jesús como Hijo de Dios
1. La idea de una filiación divina no es específica de Israel.
A. Tiene raíces más universales.
a). En las religiones del antiguo Oriente se consideraba que los reyes eran engendrados por los dioses.
(1). En Egipto el faraón era hijo del dios Ra.
(2). Lo mismo se pensaba del emperador romano en tiempos del Nuevo Testamento.
b). En el mundo helenista no sólo los reyes, sino cualquier personaje extraordinario.
(1). Los que hacían milagros, por ejemplo, podían ser considerados como hijos de Dios, seres divinos (zeios aner), pues tenían poderes divinos.
(2). En el helenismo se conocen incluso hijos de dioses que mueren y resucitan, así como el mito gnóstico del redentor y su envío al mundo.
2. Debido a estas semejanzas formales se ha propuesto que el origen del título cristiano de «Hijo» estuviese en el pensamiento pagano circundante.
A. Lo cual sería también para Harnack el comienzo de la (espuria) helenización del dogma cristiano.
B. Sin embargo, esto choca con el dato central del Nuevo Testamento y hay que recalcarlo desde el principio:
a). Jesús es un crucificado, y «el crucificado no era para los hombres cultos de la antigüedad más que expresión de la necedad, la vergüenza y la fealdad».
b). En el paganismo no había, pues, en los inicios, un punto de contacto con lo central de la cristología
c). Si la cristología se hubiese basado en aquél, las teologías paganas tendrían que haber producido por necesidad cristologías cristianas docetas.
(1). Pues la humanidad y la muerte de Jesús sólo podrían ser aceptadas como pura «apariencia».
d). Además, el paganismo acepta la filiación (divina) de seres humanos bajo el presupuesto del poder que éstos tienen, y no hay lugar para la filiación (preferencial) de «huérfanos y viudas».
e). Sin embargo, el mundo helénico aporta la idea importante de la «comunicabilidad» de la divinidad, lo cual será decisivo en la cristología futura, cuando se elabore una comprensión más «metafísica» de la divinidad de Jesús.
3. El judaísmo no entendió ni pudo entender la expresión «hijo de Dios» como producto de la comunicabilidad de la divinidad.
A. Debido a su radical monoteísmo y a la absoluta transcendencia de Dios,
B. Al Antiguo Testamento le es totalmente ajena la noción de que Dios «engendre» o comunique su propia realidad a otros seres humanos.
a). La frase del salmo 2, 7: «Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy», tan citada después en el Nuevo Testamento, no tenía —ni podía tener— un sentido literal.
(1). Sino que se refería a la entronización real.
(2). El título significa, pues, algo totalmente distinto a lo que significa en otras religiones.
(3). Significa que una persona o pueblo es elegido por Dios para una misión especial
(4). Lo cual es, por una parte, signo de la benevolencia divina y, por otra, exige obediencia del elegido.
(5). En germen, expresa algún tipo de relación personal, aunque no con la radicalidad de la idea griega de la comunicabilidad de la divinidad.
(6). Por lo que toca al sujeto, digamos que en el Antiguo Testamento hijo de Dios puede ser o todo el pueblo, elegido para una misión especial y al que se le exige obediencia (Ex 4, 22; Os 11, 1; Is 30, 1; Jer 3, 22; Is 63, 16), o una persona: el rey en cuanto representante del pueblo (2 Sam 7, 14; Sal 2, 7; 89, 27).
4. La consecuencia para la cristología es que la aplicación del título a Jesús no hay por qué retrotraerla, necesariamente, al mundo pagano.
A. Pues «el título "hijo de Dios" no es del todo ajeno a los judíos de Palestina»,
B. Como tampoco lo son las ideas de preexistencia, mediación creadora y envío, relacionadas con él
C. El Nuevo Testamento irá más allá y trastocará la comprensión de la filiación.
D. Pero tampoco el significado del título en el judaísmo es suficiente para aplicarlo a Jesús.
a). Algo existió en el mismo Jesús que no es derivable de ninguna otra tradición.
b). Viniendo ya al Nuevo Testamento, en éste existen dos fórmulas distintas para expresar la filiación de Jesús que proceden de tradiciones independientes.
(1). Una es la que llama a Jesús «Hijo de Dios», y otra la que le llama «Hijo».
III. La tradición del «Hijo de Dios»: «el hombre que venía de Dios».
1. En el Nuevo Testamento el título «Hijo de Dios» es aplicado a Jesús tempranamente y aparece en todos sus estratos.
A. Uso que Pablo hace del título:
a). No es tan decisivo como el de «Señor».
(1). Lo usa más abundantemente en Romanos y Gálatas
(2). Es decir, en cartas polémicas contra los judíos, que cuando escribe a los corintios —sólo tres veces—, éstos sí inmersos en ambiente de helenización,
(3). Lo cual muestra que proclamar a Jesús como Hijo de Dios no es indicio del comienzo de un espurio proceso de helenización.
b). El «Hijo de Dios» es mencionado en relación al hecho central del envío, la entrega y la muerte en cruz de Jesús.
(1). El Padre envía al Hijo (Gal 4, 4)
(2). No perdonó al Hijo (Rom 8,32)
(3). «el Hijo de Dios me amó y se entregó por mí» (Gal.2,20).
c). El título aparece también relacionado con la exaltación de Jesús.
(1). Ya en Rom 1, 4, antigua fórmula prepaulina, se confiesa que en la resurrección Jesús ha sido constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu
d). En textos posteriores, el Hijo aparece como mediador de la creación (1 Cor 8, 6)
(1). Lo cual apunta a la preexistencia, y como imagen del Padre (Col 1, 13ss.).
e). La salvación es conceptualizada desde el Hijo:
(1). la entrega del Hijo es causa de la reconciliación con Dios (Rom 5, 10).
(2). los seres humanos podemos configurarnos al Hijo (Rom 8, 29)
(3). podemos llamar a Dios Abba, Padre (Rom 8, 14; Gal 4, 6).
f). Finalmente, en el contexto de la historia de salvación, el Hijo volverá al final de los tiempos (1 Tes 1, 10).
(1). con la función específica de someterse al Padre para que Dios sea todo en todos (1 Cor 15, 28).
g). El título aparece en momentos importantes de la vida y destino de Jesús.
(1). Relacionado muy especialmente con Dios
(2). A partir de Dios es posible conocer mejor quién es Jesús y quién es Dios.
(3). Para lograr ese conocimiento, una vía importante es comparar este título, pre-paulino, con el más específicamente paulino de «Señor».
(4). De la comparación se desprende que, «Señor» expresa la relación entre el Resucitado exaltado y la comunidad.
(5). El título de «Hijo de Dios» expresa la relación del Resucitado con Dios Padre.
(6). El título de «Señor» se usaría entonces como invocación en el culto y en la vida personal.
(7). El título de «Hijo de Dios» se usó para proclamar la realidad última de Cristo en sí mismo en relación con Dios.
(8). El título de «Hijo de Dios» se usó para enunciar «determinados enunciados teológicos culminantes».
(9). En la visión de los sinópticos, expresará la relacionalidad constitutiva de Jesús con Dios —simultánea a su relacionalidad constitutiva con el reino de Dios.
h). Al usar Pablo el título de «Hijo de Dios» está diciendo que Jesús no es sólo mesías («Hijo de David, según la carne»), crucificado y confirmado por Dios en la resurrección, sino que es más que eso.
(1). Es «idéntico a un ser celestial, antes de todos los tiempos.
(2). Mediador entre Dios y sus creaturas.
(3). Es decir: mediador a la vez de la revelación salvífica de Dios»".
i). De ese modo, en el título de «Hijo de Dios» se expresa no una pura especulación sobre la realidad (metafísica) de Jesús de origen helenista
(1). Sino un interés salvífico.
(2). El título expresa una buena noticia: «en Jesús el propio Dios viene a los hombres» y, simultáneamente, se aserta una verdad: «que el Resucitado está del todo vinculado con Dios».
IV. La tradición del «Hijo del hombre».
1. Por lo que toca a su significado.
A. En el Antiguo Testamento.
a). «Hijo del hombre» puede expresar dignidad.
b). También simplemente hombre, el ser humano, quizás con el matiz de pequeñez en comparación con la grandeza de Dios
c). Y puede ser concebido como un ser individual o colectivo.
B. En el Nuevo Testamento.
a). La expresión se aplica a Jesús.
b). Con «Hijo del hombre» se llegó a describir la realidad histórica y destino de Jesús.
c). De esta forma, la totalidad de Jesús, que bajo el título de «Hijo de Dios» es descrita más transcendentemente, queda ahora descrita más históricamente.
2. Con el Hijo del hombre se va desplegando la totalidad de Jesús.
A. El significado más antiguo relaciona al «Hijo del hombre» con «el que vendrá».
B. El otro significado añadido, es el del Hijo del hombre como figura que sufre y resucita.
a). Este significado es el más específicamente cristiano.
3. Este desarrollo pertenece al último estadio de la tradición y en sí mismo es paradójico.
A. Unifica la dignidad del juez que vendrá con el sufrimiento, la pasión y la muerte.
B. El título (o la expresión), que mantiene la ambivalencia de designar lo histórico y lo transcendente, expresa la totalidad de lo humano de Jesús.
a). Al principio, apunta al futuro para que en él se dé la aparición de lo humano.
b). Después retrotrae esa aparición al presente de la vida y destino históricos de Jesús.
c). Y para ello pone juntas bajo una misma expresión cosas tan dispares:
(1). el poder y el fracaso
(2). el otorgar salvación y el experimentar él mismo condenación.
V. La tradición del «hijo amado», el pais Theou.
1. Jesús como el Hijo de Dios.
A. Se alude a citas del Antiguo Testamento en las que se menciona al «Hijo amado en quien Dios tiene sus complacencias».
B. Expresión que ha sido recogida, por ejemplo, en la escena del bautismo — compárese Mt 3, 17 con Is 42, 1.
2. El término Hijo (de los textos del Hijo amado) en el Nuevo Testamento.
A. Viene traducido por la palabra griega utos.
a). En los Setenta esa expresión viene traducida por el término griego pais Theou.
(1). Literalmente significa «niño (de Dios)».
B. La sustitución de uios por pais es comprensible,
a). Hijo y niño dicen ambos relación a padre.
(1). El primero (hijo) directamente
(2). El segundo (niño) indirectamente.
b). Lo importante para nuestro propósito es que con el término pais el Antiguo Testamento también se refiere al siervo de Yahvé.
c). Existe, pues, una relación lingüística entre los términos de hijo amado y siervo.
(1). La relación no es sólo lingüística, sino de contenido.
C. El Nuevo Testamento, en efecto, remite con frecuencia a los cantos del siervo:
a). para explicar la realidad globalizante de Jesús,
(1). su elección, misión y destino.
D. En los sinópticos.
a). Hay claras alusiones a Is 42, 1,
(1). el siervo elegido para implantar el derecho
b). Concentrándonos en el evangelio de Mateo, varias veces se alude a ese siervo:
(1). en la escena del bautismo ya citada (3, 17),
(2). en una escena de curaciones numerosas (12, 18-21),
(3). en la transfiguración (17, 5),
(4). en la parábola de los viñadores homicidas (21, 37ss.).
c). En todos estos textos se traduce en lenguaje de Hijo (uios) la realidad del siervo (pais).
E. En Juan la figura del siervo sufriente está muy presente, aunque en otro lenguaje:
a). El Hijo del hombre tiene que ser levantado (en la cruz) (3, 14).
b). El buen pastor es el que da la vida por las ovejas (10, 11).
c). Bajo la terminología del «cordero» recoge varios aspectos del siervo sufriente.
(1). Va al matadero como cordero (cf. Is 53, 7). Jn 19, 36
(2). «no le quebrarán los huesos» es una alusión al cordero pascual que se ofrece también como expiación por los pecados (Ex 12).
d). Lo importante es la conclusión: el Hijo amado de Dios, unido a Dios y obediente a Dios:
(1). es el que toma la figura de siervo.
(2). es Hijo agradable a Dios porque es el siervo, comprendido éste en su totalidad: el que realiza su misión sobre la tierra y el que está dispuesto a sufrir el destino de la cruz.
F. Estos textos expresan una cristología muy antigua,
a). Jesús es el siervo de Yahvé.
3. La cristología basada en el título «siervo» pronto desapareció del Nuevo Testamento.
4. En los sinópticos resurge la realidad que está tras el título siervo de Yavé.
5. El título de siervo vuelve a resurgir en textos postapostólicos en el contexto litúrgico.
A. En 1 Clemente, Didaché.
B. En el Pastor de Hermas se insinúa una tensión que recorre la cristología primitiva:
a). Jesús es o sólo siervo (con lo cual difícilmente sería hijo),
b). o es sólo hijo (con lo cual difícilmente sería siervo).
c). Este dilema hace ver lo difícil que era para la primera Iglesia unificar filiación y sufrimiento servicial,
d). problema tan agudo como el de unificar divinidad y humanidad (versión griega del problema).
C. Sin embargo, desde el principio se mantuvo la unidad de ambas cosas.
VI. La tradición del «Hijo»
1. La cristología del Hijo de Dios ha sido elaborada con máxima profundidad en el evangelio de Juan.
A. Aunque en formulación y conceptualización distintas.
B. Cristo es «el Hijo», y su correlato no es ya simplemente «Dios», sino «el Padre».
a). Entre ambos existe una relación íntima y exclusiva.
b). El Hijo es el centro del evangelio, pero no ya a la manera escondida, como en Marcos, sino de manera abierta y pública.
(1). Primero, en formulación más «dogmático-formal»
(2). Después en formulación más «concreta-existencial».
2. La perspectiva dogmático-formal.
A. En el evangelio de Juan:
a). El Hijo proviene de Dios,
b). Y es el único que proviene de Dios.
(1). Es el unigénito, monogenes (1, 14.18).
(2). Es ésta una afirmación absoluta, que se mantiene por sí misma, sin apoyos argumentativos
(3). Tal como establecen los relatos de la concepción de Jesús en Mateo y Lucas al hacer del Espíritu, y no de un varón, el origen de Jesús.
(4). Afirmación que se mantiene incluso ante el dato de que sus padres son conocidos (7, 27).
(5). A pesar de que se indique que proviene de Nazaret (1, 45; 7, 41).
(6). El evangelio no siente la necesidad de argumentar en favor de la irrepetible relación de Jesús con el Padre debido a su origen,
(7). El evangelio tampoco siente la necesidad de enunciar, aunque fuese a modo de paradoja, el «doble» origen de Jesús: «nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu», como en Rom 1, 3s.
c). La afirmación central es absoluta:
(1). Jesús es el Hijo por su proveniencia de Dios.
(2). Lo cual será decisivo en la cristología patrística.
d). La relación del Hijo con el Padre es presentada en forma dialéctica:
(1). Recalca, a la vez, la unidad entre Padre e Hijo y su diferenciación en términos de obediencia del Hijo al Padre.
(2). Por lo primero [unidad] afirma que Cristo pertenece esencialmente a Dios, su realidad divina.
(3). Por lo segundo [obediencia] afirma que esa participación en la realidad de Dios no es a modo de «paternidad» sino a modo de «filiación», lo cual posibilitará y forzará a la reflexión sobre la realidad trinitaria de Dios.
3. La perspectiva existencial-concreta.
A. En términos cristológicos dicen que la realidad de Jesús está esencialmente, de parte de Dios.
a). No sólo funcionalmente.
B. Se advierte que estos textos pueden quedar relegados a una cristología teórica.
a). Que no pone contenidos concretos en la unidad de Jesús con el Padre y, en definitiva, en la realidad del Padre.
C. Jesús es «total y absolutamente transparente para Dios».
a). Todo el evangelio de Juan puede ser considerado como un alegato en favor de esa transparencia única.
(1). El evangelio se ha escrito «para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios» (Jn 20, 30s.; cf. 21, 24s.).
(2). En el lenguaje del Antiguo Testamento, que Jesús es «la gloria», «la transparencia divina», «la plenitud de amor y lealtad».
b). «La transparencia de Jesús con respecto al Padre», su unidad personal con Dios, consiste en hacer presente el amor de Dios.
(1). Amor tan humano y compasivo como el que se expresa en hacer caminar a un paralítico y hacer ver a un ciego.
(2). La «gloria», la «transparencia» alcanza su momento cumbre en la «hora», el acontecimiento de la muerte (cf. 12, 23.27s.; 13, 31; 17, 1).
(3). El amor de Dios consiste en dar vida y para ello es necesario dar la propia vida.
D. El problema es cómo probar esta transparencia de Jesús para con Dios.
a). La solución que da Juan consiste en presentar las obras de Jesús como «señales».
(1). Expresan las obras y la realidad de Dios.
(2). Juan presenta el evangelio como alegato porque muchos no aceptan las obras de Jesús como «señales» verdaderas.
(3). Así lo malinterpretan los jefes judíos, temerosos además de que las obras y señales de Jesús lleven a la ruina (cf. 11, 47s.), y también las multitudes (cf. 6, 26).
(4). La razón última de esta mala interpretación es producto de una deformada y falsa idea de Dios en la línea del poder, lo cual denuncia Jesús: «Si no veis señales y prodigios, no creéis» (4, 48; cf. 7, 3s.).
E. «Pruebas» que aduce el evangelio según Juan en favor de Jesús.
a). En Juan 5 y 9-10 Jesús realiza dos señales que debieran llevar a aceptar su «transparencia» con respecto a Dios.
(1). En ambos casos se trata de la curación de un ser humano en necesidad.
(2). Lo que Jesús hace entonces es curar al paralítico (5, 8s.) y devolver la vista al ciego (9, 6s.).
(3). Operan como ejemplo de una colectividad más amplia de seres humanos en necesidad.
b). Estas obras son las «señales» que debieran llevar a aceptar a Jesús y su transparencia de Dios.
(1). Pero no ocurre así porque las implicaciones de esta aceptación son muy hondas.
(2). Ésta es la señal ante la que se bifurcan los caminos y se dividen las opciones.
(3). Un hombre, el hombre Jesús, hacedor de bien, curador de paralíticos y ciegos, remediador de necesidades bien humanas como expresión del modo de presencia y relación de Dios con los hombres, quien, actuando en él, se revela como Padre.
c). Dios, para Jesús, es un Dios que sigue trabajando.
(1). Tiene cuidado amoroso de sus creaturas y sobre todo de las necesitadas.
(2). Ese amor y cuidado están por encima de la ley (la curación del paralítico se hace en sábado, 5, 10).
(3). Al ir aparentemente en contra de la ley, el amor de Dios está por encima de los jefes de los «judíos», quienes no podían ver ahí una «señal», aunque en esas obras se expresaba la realidad de Dios.
(4). Para reconocer la presencia de Dios hace falta estar en sintonía con Dios.
(5). Amar como Dios y aun estar dispuestos a dar la vida por ese amor.
d). Se da aquí un círculo hermenéutico no ulteriormente analizable entre conocer a Dios, estando en sintonía práxica con él, y conocer la transparencia de Jesús con respecto al Padre.
(1). Las obras que Jesús presenta [...] expresan el amor del Padre.
(2). Pero sólo pueden entenderse si se ama al hombre con el amor con que Dios lo ama.
(3). El que no tiene el amor y compasión del Padre no puede generar una actividad como la suya.
(4). Esta falta de amor y compasión es lo que reprocha Jesús a los judíos: jamás entenderán su actividad, porque no tienen ese amo.
e). En el evangelio de Juan se trata sobre todo de la actividad de Jesús.
(1). No sólo de transmitir un mensaje.
(2). A partir de ahí se comprende su unidad con el Padre.
(3). La unidad entre él y el Padre se percibe en la comunidad de acción.
(4). La actividad a la que apela Jesús no es simplemente una actividad como la del Padre, sino que es la del Padre [...].
(5). La condición de Hijo se manifiesta en las obras (10, 34s.; cf. 5, 19-23).
(6). Jesús no sólo es el portador de un mensaje del Padre, sino que es expresión del Padre mismo, en cuanto éste está presente y actúa en él.