FUNCIÓN DE TEÓLOGOS Y TEÓLOGAS EN LA IGLESIA
William M.J. Calderón Chaves
10 de marzo de 2012
La Instrucción Donum Veritatis, sobre la vocación eclesial del teólogo (1990), de la Congregación para la Doctrina de la Fe, hace ver que la teología presta servicio a la doctrina cristiana en tanto implica la búsqueda del creyente en la comprensión de la fe, para que así la Iglesia pueda dar respuesta del designio que Dios quiere para con todos los seres humanos. En las diferentes épocas, se dan momentos de grandes cambios espirituales y culturales que ponen riesgos para permanecer fieles a la fe que se ha aceptado, por lo cual es prescindible ante la novedad de las diversas épocas que la verdad revelada esté siempre actual y a su vez permanezca fiel al mensaje recibido; siempre con su cometido de transmitir la Buena Nueva del Evangelio de Jesucristo y dar testimonio a través de la fe cristiana con el diario vivir (n. 1).
Los teólogos y las teólogas tienen la función especial que exista mayor comprensión, cada vez más profunda, de la Palabra de Dios transmitida por la Iglesia y contenida en las Sagradas Escrituras. De este modo, la ciencia teológica busca la inteligencia de la fe como ayuda al pueblo cristiano en dar respuesta de su esperanza a cuantos de ello lo pidan; para alcanzar juntos mayor conocimiento de lo que como creyentes se ha aceptado (n. 6), lograr descubrir día a día la salvación y transmitir a otras personas la experiencia de vida. La teología indaga la “razón de la fe” y la ofrece como respuesta a quienes la buscan, con el fin de cumplir el mandato de Jesús de hacer discípulos. La teología obedece al impulso de la verdad que desea salir al encuentro de quienes la buscan, contribuye a que la fe cristiana sea comunicable y a que la inteligencia de quienes no conocen aún a Cristo la puedan buscar y encontrar. La teología nace del amor y del acto de fe; donde se da a conocer el amor de Dios que por iniciativa propia viene a nosotros y donde el ser humano, en respuesta, empieza a amarlo y en desear conocerlo aún más; de modo tal, que de este doble origen amor-fe la teología elabora la reflexión cristiana para satisfacer las exigencias de su misma naturaleza, sirva para fecundar la vida interna del pueblo cristiano y colabore en su vocación misionera (n. 7). Cada teólogo y teóloga está llamado y llamada a intensificar su vida de fe y a unir siempre la investigación científica y la oración; que como creyentes, estarán con mayor disposición al “sentido sobrenatural de la fe” del cual a su vez se depende y que se manifestará como regla para guiar las propias reflexiones y medir la seriedad de las conclusiones alcanzadas (n. 8).
Como parte de la tarea de cada teólogo y teóloga al servicio de la comunidad, es importante asumir elementos de la cultura de su ambiente, que permitan dar evidencia de cada uno de los aspectos de los misterios de la fe (n. 10). En el ejercicio de la función eclesial, no se ha de olvidar que también se es miembro del pueblo de Dios, y por ello se debe tener cuidado para no transmitir una enseñanza que lesione en lo más mínimo la doctrina cristiana de la que a su vez se es parte, en favor de los propios prejuicios u opiniones personales (n. 11). Al mismo tiempo, aunque la doctrina de la fe no esté en peligro, no se debe presentar las opiniones o las hipótesis divergentes como si éstas fueran conclusiones indiscutibles (n. 27).
La libertad propia de la investigación teológica se ejerce dentro de la fe de la iglesia. Por tanto, la audacia que se impone a menudo a la conciencia del teólogo no puede dar frutos y « edificar » si no está acompañada por la paciencia de la maduración. Las nuevas propuestas presentadas por la inteligencia de la fe « no son más que una oferta a toda la iglesia. Muchas cosas deben ser corregidas y ampliadas en un diálogo fraterno hasta que toda la Iglesia pueda aceptarlas. La teología, en el fondo, debe ser un servicio muy desinteresado a la comunidad de los creyentes. Por ese motivo, de su esencia forman parte la discusión imparcial y objetiva, el diálogo fraterno, la apertura y la disposición de cambio de cara a las propias opiniones (n. 11).
Referencias Bibliográficas
Congregación para la doctrina de la fe, Instrucción Donum Veritatis, Sobre la Vocación Eclesial del Teólogo, 24 de marzo de 1990.