MÉTODO CONTEXTUALIZADO
DE LA INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA
William M.J. Calderón Chaves
26 de febrero de 2012
La interpretación de un texto depende siempre de la mentalidad y de las preocupaciones de sus lectores. Estos conceden una atención privilegiada a ciertos aspectos, y sin siquiera pensar en ello, descuidan otros. Es, pues, inevitable que los exégetas adopten en sus trabajos puntos de vista nuevos, correspondientes a las corrientes de pensamiento contemporáneo (…). Conviene que lo hagan con discernimiento crítico. Actualmente, los movimientos de liberación y feminista retienen particularmente la atención (Pontificia Comisión Bíblica, La Interpretación de la Biblia en la Iglesia, 1993, p. 22). Además, también está presente, por ejemplo, el movimiento ecologista.
Un aspecto central de la cuestión ecológica lo constituye la relación de amor y de inteligencia del hombre con el mundo, que lleva a reconocer que la naturaleza no es una realidad absoluta, esto es, la naturaleza no es dios. Si se “diviniza” la naturaleza, si se la considera un valor supremo y absoluto, se inventa una especie de religión –falsa, desde luego– en la que el hombre queda subordinado a la “madre tierra”, en un naturalismo destructivo para el hombre y para el mismo medio ambiente. La propia relación de amor e inteligencia del hombre con la ecología conduce al reconocimiento de que la naturaleza no es un mero instrumento que el hombre pueda utilizar a su antojo, darle mal uso o destruirlo. Sobre la base antes dicha, el hombre llega a reconocer que el medio ambiente constituye una riqueza y un bien de que el hombre dispone; pero que corresponde a la totalidad de la humanidad presente y futura; y que debe conservar para que las actuales y las futuras generaciones vivan dignamente. Por eso hay que promover un desarrollo sustentable, considerar al hombre como responsable y conservador del medio ambiente, poner la ciencia y la tecnología al servicio de la vida y la dignidad humana; y tratar de eliminar la pobreza, que por la degradación que produce, es uno de los peores enemigos del medio ambiente (Correa, 2010).
Tres modelos importantes por destacar de la relación entre Dios, el hombre y la creación, que ha desarrollado la teología cristiana en su historia, conforme lo explica (Rocha, 2005), son:
El primer modelo, “icónico”, surge de la tradición del cristianismo oriental, reconoce las huellas de Dios en la creación, e insiste “en el pecado como factor desequilibrante de esta relación”. Este modelo, desarrollado por autores como San Simeón el nuevo teólogo (siglo XI) es profundizado hoy por el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I.
El segundo modelo es llamado “modelo de cuidado” («stewardship») “por la creación”, y ha sido desarrollado en particular por la
tradición benedictina, según la cual, “lo creado pertenece a Dios y por este motivo debemos cuidarlo”.
Esta intuición fundamenta la antropología teológica de la creación, “Si el modelo "icónico" de los padres orientales, como San
Basilio, acentúa el elemento "Dios", en la relación Dios-hombre-creación, el modelo benedictino acentúa el elemento hombre, trazando un camino espiritual que comienza con la conciencia de saberse
criatura y del pecado”.
A partir de la conciencia del pecado, el monje asciende en los diferentes escalones de humildad hacia una "cristificación", afinando una mirada equilibrada sobre la creación, no sólo como don,
sino también como deber responsable.
El tercer modelo es el “crístico” o franciscano. Recordando que la figura de san Francisco de Asís está tan ligada a la relación con la naturaleza que incluso los ecologistas radicales ven en él a una figura paradigmática de la relación entre el ser humano y la naturaleza. Lamentablemente se olvida con frecuencia la importancia cristocéntrica de la relación de Francisco con la creación, quitando a su mística de la naturaleza todo su sentido trascendente.
Rocha (2005) constató que “estos modelos muestran que el pecado se manifiesta cuando se desequilibra la relación entre Dios
creador, hombre custodio y naturaleza creada”.
“Cuando se olvida la acción creadora de Dios, se pone al hombre al mismo nivel que el resto de la creación, o se atribuye un carácter trascendente o mágico a la naturaleza creada”.
Referencias Bibliográficas
Correa Bascuñán, Mario (2010). Ecología, sí; ni verdes ni sandías. Descargado
el 26 de febrero de 2012 de la Web de Catholic.net: http://es.catholic.net/temacontrovertido/330/1744/articulo.php?id=44647
Pontificia Comisión Bíblica. La Interpretación de la Biblia en la Iglesia (1993,
p. 22).
Rocha Scarpetta, Joan-Andreu (2005). El "pecado"ecológico, la divinización de
la naturaleza. Descargado el 26 de febrero de 2012 de la Web de Zenit: http://www.zenit.org/article-15100?l=spanish
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