Método Teológico

RESEÑA

 

FILOSOFÍA DELA RELIGIÓN: UNA AZAROSABÚSQUEDA DE IDENTIDAD

DeManuel Fraijó

 

 

        Entre filosofía y religión existe tensión y complementariedad. Ambas reflexionan sobre la vida y la muerte, sobre el dolor y la felicidad, sobre la esperanza y la acción del hombre en el mundo. Tienen un campo de acción en común (p. 13). La complementariedad nace de los diversos senderos por los que pretenden acceder a la misma cumbre. Recurren a diferentes lenguajes, representaciones y símbolos. La filosofía heredó de la religión algunas grandes concepciones como «Dios, alma, destino y ley». Las diferencias entre ambas desbordan el tema del lenguaje, por ello es difícil delimitarlas. Se diferencian en la aproximación al tema «Dios». En la filosofía será laborioso, titubeante, interrogativo. En la religión más bien directo, espontáneo y firme. La filosofía puede retrasar la aparición del tema «Dios» entre sus preocupaciones. En cambio, en la religión tiene obligaciones de mayor entidad con lo divino. La categoría principal del pensamiento filosófico es la razón, que marca etapas y posibilidades de acceso a Dios. La religión da vía libre a facultades menos severas de acceso a lo divino: la imaginación, el sentimiento, los afectos (p.14).

 

        El rol entre filosofía y religión fue anteriormente rotativo. En ocasiones, la filosofía se convirtió en auxiliar de la religión, representada por la teología (Estaba a sus órdenes). Su misión consistía en preparar el camino a la revelación sobrenatural. Suele asociarse esta etapa con el predominio de la escolástica. Para la religión, la filosofía tiene carácter subordinado, es lo penúltimo, nunca lo último. Otras veces la filosofía intentó erigirse en instancia suprema y la religión pasó a ser objeto de superación. Había un saber superior, la filosofía, con vocación de absorber todos los estadios previos, incluiada la religión. El pensamiento religioso trabaja con metáforas y representaciones de conceptos. Permanece ligado al mundo de los sentidos y de la imaginación. Expresa sus contenidos, según Hegel, «en el lenguaje de los mortales». De ahí que la religión sea accesible a todos. La filosofía en cambio es cuestión de minorías. Exige un «esfuerzo conceptual» que no está al alcance de todos. Es superior en la escala del conocimiento. Es la máxima realización del espíritu absoluto (p. 15). A fines del siglo XVIII se intenta poner fin a la dialéctica de superioridad. Se ensaya una nueva forma de relación entre filosofía y religión que no trabaje con esquemas de subordinación ni de sometimiento. La nueva fórmula se llama «filosofía de la religión» (p. 15).

 

        La teología natural conquista su autonomía. En la Antigüedad y la Edad Media no existía el problema de la religión, ni era tema de reflexión. Se filosofaba sobre Dios, no sobre la religión. Se aceptaba que el cristianismo era la única religión verdadera. Lo importante era «vivir» la religión. Muy tardíamente la religión se convirtió en tema de reflexión. Dios, en cambio, siempre lo fue. El acceso a él conoció una doble posibilidad: la teología revelada y la teología natural. La primera apelaba abiertamente a la fe. Dios se había revelado en los escritos bíblicos y el hombre debía acatar su mensaje y su interpelación. Era vía de acceso a Dios perfectamente delimitada. Poseer una colección de libros sagrados era fuente de seguridad y confianza, en los cuales estaba literalmente consignada la palabra de Dios (p. 18). La teología natural era entonces más precaria. Su grado de asertividad era menor y pretendía hacer sitio a la razón. Su punto de partida no era la fe ni la autoridad del legado bíblico, sino las posibilidades del conocimiento humano. Pretendía demostrar la existencia de Dios partiendo del reino de lo visible, de lo experimentable. Nunca se jactó de haber demostrado la existencia de Dios. Se limitó a sostener la posibilidad de tal demostración. Un acontecimiento le complicó notablemente la existencia. Leibníz creó un término que en los tratados de teología católica pasó a formar parte de la teología natural llamada teodicea, con la misión de justificar la existencia de Dios en un mundo de dolor y sinsentido. Este acontecimiento supuso una sobrecarga para la teología natural. Aunque teodicea y teología natural no son términos indistintos, en la práctica pasaron a formar una unidad compacta (pp. 18-19). No hubo separación estricta entre teología revelada y natural, la teología natural quedaba tutelada por la teología revelada. La conquista de su autonomía supuso un arduo y laborioso proceso. En la actualidad se está de acuerdo en que sin el logro de su autonomía, la teología natural no habría llegado a transformarse en filosofía de la religión (p.19).

 

        La teología natural, tal como Wolff la entendía, no se circunscribía a las pruebas de la existencia de Dios, sino que abarcaba todas las afirmaciones filosóficas que se pudieran hacer sobre Dios. A. G. Baumgarten concibe la teología natural como conocimiento de Dios sin ayuda de la fe. Insiste en que la religión o instancia sobrenatural no puede enseñar nada que contradiga a la razón. Entre teología revelada y teología natural no puede haber contradicción. Se fue creando el espacio propio para la teología natural, hasta emanciparla de la teología revelada y así alcanzar su autonomía (p. 20).

 

        La teología natural se transforma en filosofía de la religión. Para que naciera, Europa tuvo que liberarse de las ataduras religiosas. Como disciplina autónoma es creación de la Ilustración europea y surgió cuando se dio la separación entre filosofía y fe revelada. Mientras la religión fue, socio-políticamente hablando, algo dado, evidente y obligatorio, la misma religión se ocupó de sofocar todo pensamiento libre y autónomo sobre ella. El nacimiento de esta disciplina no fue un acontecimiento puntual, de una única persona. Se trató de una lenta gestación, propiciada por muchos actores y acontecimientos históricos (pp. 20-21).

 

        Se dio un giro antropológico. El universo religioso consta de dos polos: Dios y el hombre. Hegel observó que la teología natural sólo se ocupaba de Dios. En cambio, la filosofía de la religión se abría también al segundo polo: al hombre (p.23-24). Él descubrimiento de otras religiones da como resultado que la filosofía de la religión tenga la misión de reflexionar sobre la pluralidad de las religiones. La reflexión sobre los conflictos que la masiva presencia de diferentes religiones presentaba, pertenece a la esencia de la filosofía de la religión. Se trataba de una tarea donde las instancias confesionales, como la teología natural y la revelada, no podían realizar. Para la paz de las civilizaciones y la convivencia de los diferentes credos religiosos, tendrá que valorarse positivamente este logro de la filosofía de la religión (p. 27).

 

        La quiebra del pensamiento dogmático. El nacimiento de la filosofía de la religión fue posible porque muchos absolutos decayeron; tanto religiosos, como de índole moral, cultural, social y político (p. 28-29).

 

        La filosofía de la religión propugna una reflexión libre y preferiblemente objetiva sobre el hecho religioso, en ocasiones exige un cierto distanciamiento de la religión (p. 29). La teología natural no parecía el instrumento más adecuado para dialogar con las nuevas inquietudes. La filosofía de la religión se haya mejor equipada que la teología natural para convivir con la agitada sucesión de cosmovisiones que conocerá el siglo XIX. Muchos de los temas de la teología natural fueron heredados por la naciente filosofía de la religión, pero apartándose del pensamiento dogmático que la había precedido y se abrió a formas de argumentación más libres y menos autoritarias. Los contenidos pasaron a ser más importantes que las autoridades que los respaldaban (p. 30).

 

        No hay filosofía de la religión sin ayuda de la fenomenología, sociología, psicología e historia de las religiones. Además de la arqueología, la pintura, la arquitectura y tantas otras creaciones espirituales (pp. 31-32-33). Diferentes conceptos de religión coinciden en que la filosofía de la religión «es filosofía» (p. 34). Muchos filósofos de la religión se niegan a que ésta trate el tema Dios, por cuanto piensan que debe centrarse en el tema «religión» (p. 36).

 

        La filosofía de la religión debe administrar los temas de la teología natural y de la teodicea, pero sin acogerse a las subvenciones de la teología revelada (p. 37), apelando únicamente al apoyo de la razón” (p. 38). Mantendrá dos características. Primero, la amplitud temática, surgió para cubrir los espacios que sus beneméritas predecesoras dejaban en la indefensión. La segunda característica es ser una reflexión crítica, abierta, rigurosa y no confesional sobre los temas relacionados con la religión (p. 40). Tiene la misión de atemperar las certezas religiosas (p. 42).

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