RESUMEN
Heidegger y la hermenéutica del lenguaje religioso
Del autor D. Sánchez Meca
Por William M.J. Calderón Chaves
21 de febrero de 2012
En el marco de una investigación filosófica, la experiencia religiosa no puede aparecer como una vivencia estrictamente personal, íntima, inmediata, solitaria. La hermenéutica filosófica de la experiencia religiosa ha de partir de las expresiones lingüísticas en las que tal experiencia se objetiva y se hace comprensible y comunicable. La hermenéutica aplicada a la religión, cualesquiera que sean las características de una posible experiencia religiosa, es en un lenguaje donde se articula y se trasmite, creando esa modalidad particular de discurso que es el lenguaje religioso.
No son viables los intentos de justificar la verdad de la religión recurriendo a la evidencia de que el orden de lo visible tiene su fundamento en un orden de realidad superior, metafísico, sostenido por Dios, pues tal evidencia no es suficientemente válida actualmente. Las pruebas clásicas de la existencia de Dios sólo son reflexiones y clarificaciones encaminadas a reafirmar convicciones ya mantenidas por el creyente, y de cuya racionalidad se desea dar cuenta a uno mismo y a los demás. Decir que la hermenéutica deba alcanzar la experiencia religiosa en el lenguaje en que se objetiva y se hace comunicable, ni equivale ni puede equivaler a afirmar que esta experiencia se reduce en su totalidad a sus expresiones lingüísticas. El lenguaje religioso constituye el objeto material de una hermenéutica de la experiencia religiosa. Para la hermenéutica, también de una forma indirecta, metafórica, incluso paradójica, podrán decirse cosas verdaderas con sentido. Se parte aquí del principio de que no es posible medir la pretensión de verdad de un lenguaje (religioso, ético, poético, etc.) en base a criterios válidos para otras formas de lenguaje, como el científico o el ordinario.
En las diferentes modalidades (narraciones míticas, fórmulas rituales, preceptos éticos, invocaciones, himnos, aserciones dogmáticas, etc.), el lenguaje religioso se caracteriza por el empleo de términos alusivos a objetos (los dioses, el más allá, etc.); o a acontecimientos (la salvación, el pecado, la gracia, etc.), que no pertenecen al mundo de la realidad cotidiana. No hay que medir el lenguaje religioso desde el prototipo del lenguaje de la ciencia y con las reglas del simbolismo lógico, y en el reconocimiento de que sólo un análisis concreto de cada juego lingüístico (ético, jurídico, poético, filosófico, religioso, científico, ordinario, etc.), en su contexto propio (el cual permite descubrir su sentido, su lógica y los criterios específicos de autojustificación que aduce) permite plantear correctamente el problema de la verdad de cada uno de estos lenguajes. No se fija ya a priori un tipo modélico de enunciado significativo, el de la ciencia natural, a partir del cual se tenga que juzgar el sentido de los demás lenguajes, sino que se admite la necesidad de un análisis particularizado de cada forma de lenguaje, de sus usos y del tipo de significado que en su contexto propio se le podría asignar, dejando abierta la posibilidad al lenguaje religioso de ser un lenguaje con sentido. El lenguaje religioso se trata de un tipo de lenguaje diferente y heterogéneo respecto al lenguaje de la ciencia o al de la vida diaria, con su propia lógica y sus propios criterios de significación.
Para la filosofía analítica, el lenguaje religioso por excelencia es el lenguaje teológico, un lenguaje difícil de concebir sin la incorporación de conceptos y de esquemas propios de una determinada metafísica. La hermenéutica entiende, como lenguaje religioso genuino, un lenguaje más originario. El lenguaje teológico surge del lenguaje religioso cuando una fe se hace reflexiva e intenta una explicación de sí misma en enunciados racionales. El lenguaje religioso originario lo constituyen, aquellas expresiones en las que los partícipes de una experiencia religiosa articulan y comprenden su experiencia antes de hacerla reflexiva y de intentar explicaciones racionales por medio de construcciones teológicas. Para la hermenéutica, el contexto propio del lenguaje religioso no es el discurso metafísico o teológico, sino el discurso poético.
En los discursos ordinario o científico, la referencia está constituida por el conjunto espacio (temporal de objetos) susceptibles de ser directamente mostrados o demostrados, al que los hablantes e intérpretes mismos pertenecen. Este conjunto de objetos constituye el mundo de referencia de estos discursos desplegados a partir de una relación del hombre con el mundo basada en la palabra fundamental yo-ello. El lenguaje religioso, en sus expresiones originarias, suprime, en lo que respecta a su mensaje significativo, toda referencia a lo real ordinario. La hipótesis es que se trata de un lenguaje directamente vinculado a lo comprensivo, a lo envolvente previo a toda objetivación, o sea, desarrollado a partir de una relación hombre-mundo basada en la palabra fundamental yo-tú, y en la que queda implicada la totalidad del ser. Tiene una referencia no-lingüística como contenido de verdad y que se da la posibilidad de una forma no sólo negativa de acceso a lo originario de esta referencia. La condición para que el lenguaje religioso pueda ser expresión de una verdad es que se produzca esta relación con lo otro del lenguaje, es decir, con el silencio en el límite de lo siempre diferente respecto del mundo empírico dado. La concepción heideggeriana de la poesía como acontecimiento inaugural de un ser nuevo, producido a partir de una relación fundante de silencio, es la que permite a la hermenéutica entender el lenguaje religioso como una categoría particular de discurso poético que proyecta, de manera originaria, un mundo que se podría habitar y en el que se ofrece determinadas posibilidades de experiencia y de existencia. Tal sería el mundo del texto o mundo apropiado a este texto o a este lenguaje único que es el lenguaje religioso.
Lo específicamente característico del lenguaje religioso, frente al resto de los discursos poéticos y no poéticos, lo constituye el hecho de ser un God-talk. Esta referencia a Dios sólo resulta auténtica si no se desvincula al lenguaje religioso de la función referencial del discurso poético en general. Pues sólo así la palabra Dios rebasa siempre, en lo dicho, aquello que se dice en todas y cada una de las formas en que se dice, no pudiendo quedar su contenido plasmado en los límites de ningún discurso particular, ni ser comprendido-confundido como un concepto filosófico. Este referente Dios, que escapa así a cada modalidad de lenguaje religioso dejándolas marcadas a todas con un insuperable carácter de inacabamiento, puede convertirse así en el índice de su pertenencia mutua y de su parentesco interno. God-talk es el punto de convergencia de las distintas modalidades de lenguaje religioso, una señal de identidad que no tienen las otras formas de lenguaje poético y no poético. La aplicación de la hermenéutica de los textos poéticos, no sólo no violenta a los textos religiosos, sino que les permite distinguirse en su especificidad como hablar de Dios, en donde la palabra Dios cumple tanto una función de incompletitud y desfondamiento, como la de incorporar todos los significados en un único significante, que adquiere así un espesor y una profundidad que no tiene, por ejemplo, la palabra ser.