RESUMEN
LO SANTO, LO RACIONAL Y LO IRRACIONAL EN LA IDEADE DIOS
DeRudolf Otto
Racional e irracional. Para toda idea teísta, especialmente la cristiana, es esencial concebir y designar a la divinidad con rigurosa precisión por predicados (espíritu, razón, voluntad, voluntad inteligente, buena voluntad, omnipotencia, unidad de sustancia, sabiduría y otros semejantes). Tales predicados corresponden a elementos personales y racionales que el hombre posee en sí mismo (en forma más limitada y restringida). Son pensados como absolutos (perfectos y sumos). Son conceptos claros y distintos, accesibles al pensamiento, al análisis y aun a la definición. Si se llama racional al objeto que puede ser pensado de esa manera, se ha de designar como racional la esencia de la divinidad descrita en dichos predicados. Religión racional es aquella que los reconoce y afirma. Sólo por ellos es posible la fe como convicción en conceptos claros, opuesta al mero sentimiento. Señal característica de superioridad de una religión es que posea «conceptos» y conocimientos (de fe) de lo suprasensible. Signo indicador muy esencial, aunque no el único ni el principal, de la superioridad del cristianismo sobre otras formas y grados de religión es que dispone de conceptos de eminente claridad, transparencia y plenitud.
Los predicados racionales apuran y agotan la esencia de la divinidad. Pueden dar ocasión a este equívoco el estilo y el caudal de conceptos que usa el lenguaje religioso, el tono pedagógico de pláticas y sermones, y aun las mismas Sagradas Escrituras. En ellos el elemento racional ocupa el primer plano; incluso parece a menudo que lo racional lo es todo. Pero que lo racional aparezca al primer término es cosa que se puede esperar de antemano; pues todo lenguaje, en cuanto consiste en palabras, ha de transmitir principalmente conceptos. Entre el racionalismo y su contrario la diferencia recae en que en la idea de Dios, el elemento racional predomine sobre el irracional, o lo excluya por completo, o, al revés, que prepondere el elemento irracional. Que la propia ortodoxia ha sido la madre del racionalismo es parcialmente muy exacta. No simplemente porque en principio se propuso construir un dogma doctrinario; sino porque en la dogmática no encontró la ortodoxia ningún medio de respetar sin menoscabo el carácter irracional de su objeto y conservarlo vivo en la emoción religiosa. Con evidente desconocimiento del mismo, racionalizó la idea de Dios por modo unilateral. La racionalización sigue imperando aún hoy (en teología, la investigación de mitos, el estudio de la religión de los pueblos primitivos y salvajes, el ensayo de reconstruir los rudimentos y comienzos de la religión). Se pone la atención en conceptos y en representaciones que no son privativos de la esfera religiosa, pertenecen también a la esfera natural de las representaciones humanas.
Lo numinoso (numen). Lo santo es una categoría explicativa y valorativa (exclusivamente en la esfera religiosa). Se involucra en otras (por ejemplo en la ética); pero no procede de ninguna. Es compleja, contiene como elemento específico llamado árreton, (inefable). Completamente inaccesible a la comprensión por conceptos (como en terreno distinto ocurre con lo bello). Habitualmente se emplea la palabra santo en sentido translaticio y no en su sentido primigenio. (como predicado absoluto moral, que significa la bondad perfecta, la bondad suma). La palabra santo, o a lo menos sus equivalentes en hebreo, latín, griego y otras lenguas antiguas, designaba ante todo ese excedente de significación; pero no comprendía en absoluto y nunca exclusivamente, el sentido moral.
Los aspectos de lo numinoso. Sentimiento propiamente religioso. Interpreta el placer «estético» como mero placer sensible, y la religión como una función de instintos y utilidad sociales o de modo aún primitivo. En el examen y análisis de esos momentos y estados espirituales de grave y devota emoción, se atiende lo que en su contenido sentimental hay de privativo y peculiar. Sentimientos de gratitud, de confianza, de amor, de seguridad, de rendida sumisión, de resignación; ninguno ni todos juntos expresan íntegramente el momento religioso (quedan sin expresar los rasgos propios de la emoción religiosa, la solemnidad de esta emoción singular, que sólo se presenta en el terreno religioso).
Mysterium tremendum. Se considera lo más hondo e íntimo de toda conmoción religiosa intensa. Sentimientos que se asocian o le suceden, por introyección en otros y vibración simpática con ellos, en arrebatos y explosiones de la devoción religiosa, en todas las manifestaciones de la religiosidad, en la solemnidad y entonación de ritos cultos (templos, iglesias, edificios y monumentos religiosos). La expresión que más próxima se ofrece para compendiar todo esto es la de mysterium tremendum. El concepto de misterio no significa otra cosa que lo oculto y secreto, lo que no es público, lo que no se concibe ni entiende, lo que no es cotidiano y familiar, sin que la palabra pueda caracterizarlo y denominarlo con mayor precisión en sus propias cualidades afirmativas. Sin embargo, con ello se refiere a algo positivo. Este carácter positivo del mysterium se experimenta sólo en sentimientos. Y estos sentimientos se pueden poner en claro, por analogía y contraposición, haciéndolos resonar sintónicamente.
El aspecto de lo tremendo. Tremor no es en sí otra cosa que temor; un sentimiento «natural» muy conocido. Sirve aquí para designar aproximadamente y sólo por analogía un sentimiento reflejo, de naturaleza peculiarísima. Guarda cierta semejanza con el temor (puede ser aludido por él), pero es muy distinto del atemorizarse. Algunas lenguas poseen expresiones adecuadas que designan exclusiva o preferentemente ese temor especial, que es algo más que temor (en hebreo hiq'disch = 'santificar'). «Santificar una cosa en su corazón» significa distinguirla por el sentimiento de un pavor peculiarísimo, que no se confunde con ninguna otra clase de pavor; significa valorarla mediante la categoría de lo numinoso. El hombre natural no puede temer a Dios. Tampoco puede estremecerse en el estricto sentido de la palabra. Estremecerse no es un temor natural, sólito, ordinario. Tiene sus propias exaltaciones, pero no es la exaltación de otro pavor cualquiera. Ninguna de las especies del miedo natural puede convertirse en pavor numinoso. Se puede estar lleno, hasta el exceso, de temor, de angustia, de horror, sin que en todo ello exista rastro de este sentimiento de lo siniestro.
La cólera de Dios tiene correspondencia en la representación de la misteriosa ira deorum que parece en muchas religiones. El carácter extraño de esta cólera de Yahveh ha sorprendido siempre (muchos pasajes del Antiguo Testamento evidencian que esta cólera divina no tiene nada que ver con propiedades morales). La cólera divina no les parecía aminoración de santidad, sino expresión natural de la «santidad», elemento esencial de ella (algo inabrogable). No hay duda de que el cristianismo también ha de hablar de la ira de Dios. Tampoco esta palabra «cólera» es un verdadero concepto adecuado a su objeto, sino tan sólo un símil, un a modo de concepto, un ideograma, simple signo alusivo de un componente sentimental propio de la emoción religiosa. Esta ira se acostumbra a llamarla natural, cuando en realidad es antinatural; numinosa se hace racional cuando gradualmente va injertándose y vertiéndose en ella concepción ético-racional de la justicia divina en el castigo de las faltas morales.
Aspecto de la prepotencia (majestas). Al designar el elemento de poder, potencia, prepotencia, omnipotencia se opta por la palabra majestad que conserva en nuestro sentido actual del lenguaje, una suave, última, temblorosa huella de lo numinoso. En casi todas las formas de la mística se encuentra como uno de sus rasgos generales la desestima del sujeto; el sujeto se valora sintiéndose como algo que no es verdaderamente real, no es esencial o que incluso es completamente nulo. La mística es potenciación y exaltación máxima del elemento irracional de la religión.
El aspecto de la energía. Esta energía del numen se percibe con gran intensidad en la orgé o cólera, y evoca expresiones simbólicas, tales como vida, pasión, esencia afectiva, voluntad, fuerza, movimiento, agitación, actividad, impulso.
El misterio.. En su acepción general (y más desvaída) significa solamente lo extraño, lo que no se comprende y no se explica. Es también un concepto tomado de la esfera de los sentimientos naturales del hombre, y que, gracias a cierta analogía, se ofrece como designación para aquello a que nos referimos, sin expresarlo íntegramente. El misterio religioso es lo heterogéneo en absoluto, lo extraño y chocante, lo que se sale resueltamente del círculo de lo consuetudinario, comprendido, familiar, íntimo, oponiéndose a ello, y, por tanto, colma el ánimo de intenso asombro.
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