RESUMEN

 

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LA RELIGIÓN Y SU LENGUAJE EN EL SEGUNDO WITTGENSTEIN

De Manuel Ortega Álvarez

 

 

          El pluralismo que otorga el segundo Wittgenstein al lenguaje, puede favorecer un discurso religioso-teológico inclusivo y plural, en continua revisión y cambio, y en diálogo constante con otros tipos de lenguaje. Referirse a un “primer” y un “segundo” Wittgenstein no implica que ambos momentos del pensador austriaco presenten entre sí grandes diferencias. Existen puntos divergentes, sin embargo, tampoco se sigue una incompatibilidad absoluta. Ambos períodos presentan elementos comunes, propios de la manera de hacer filosofía que poseía Wittgenstein. Sobre sale la reflexión en torno al lenguaje, punto de unión entre ambos momentos y tema predominante del filósofo. A pesar de las críticas al Tractus escritas en las Investigaciones, se aprecian algunos puntos de continuidad. El que las Investigaciones sea una crítica al Tractus no implica que este sea rechazado en su conjunto, tampoco que quiere que las consecuencias que se derivan de él sean descartadas en su totalidad. Aunque en el Tractus Wittgenstein le ponía veto al lenguaje religioso, ello no significa que piense que el tema de Dios sea irrelevante. Desde su punto de vista, aquello de lo que no se puede hablar es lo realmente importante en la vida. Sentir el mundo como un todo limitado es lo místico. Mientras el positivismo lógico afirma que las únicas proposiciones realmente importantes son aquellas que aprueban el riguroso examen lógico del lenguaje, Wittgenstein dice que aquello de lo que no podemos hablar reviste en carácter mucho más transcendental que el discurso susceptible a ser comprobado por medio de dicho análisis.

 

          El paso al “segundo Wittgenstein” se vio impulsado por un cambio de perspectiva respecto a la naturaleza del lenguaje. El lenguaje descriptivo ocupa el centro de las reflexiones del Tractus; con el tiempo, Wittgenstein adquiere conciencia de una serie de complejidades en relación con las cuales las descripciones constituyen una de las clases de proposiciones existentes. Wittgenstein procede a reconstruir su filosofía del lenguaje debido a las insuficiencias que él mismo percibió en el Tractus (intransigencia). El error principal recae en absolutizar lo que no es más que una parte del lenguaje (el lenguaje descriptivo de la ciencia). Tal exclusivismo es sustituido en las Investigaciones por una concepción, pluralista y pragmática del lenguaje. La concepción del lenguaje del segundo Wittgenstein puede resumirse en tres tesis fundamentales: 1) el significado de las palabras y de las proposiciones es su uso en el lenguaje, 2) los usos se configuran en juegos del lenguaje y 3) los juegos del lenguaje no comparten una esencia común, sino que mantienen un parecido de familia.

 

          Las Investigaciones enfatiza el uso del lenguaje como la clave de su sentido. El Tractus sólo había considerado un tipo de lenguaje (el descriptivo) propio de las ciencias positivas. Al ser considerado únicamente este tipo de lenguaje, su uso se reduce a la representación del mundo (el lenguaje tendría solamente una naturaleza figurativa). De ahí surge el criterio referencial del significado (tanto una proposición que no figure ningún hecho, como una palabra que no nombre ningún objeto, son asignificativas). Las únicas proposiciones que pueden decir con certeza algo acerca de la realidad serían las de las ciencias naturales, por ser éstas comprobables empíricamente.

 

          En contraposición con lo anterior, las Investigaciones resalta la cantidad de usos del lenguaje: dar órdenes y actuar siguiendo órdenes, describir un objeto por su apariencia o sus medidas, fabricar un objeto de acuerdo con una descripción (dibujo), relatar un suceso, hacer conjeturas sobre el suceso, formar y comprobar hipótesis, presentar los resultados de un experimento mediante tablas y diagramas, inventar una historia y llera, actuar en el teatro, cantar a coro, adivinar acertijos, hacer un chiste y contarlo, resolver un problema de aritmética aplicada, traducir de un lenguaje a otro, suplicar, agradecer, maldecir, saludar, rezar. En las Investigaciones, Wittgenstein arremete contra dos aseveraciones que había formulado en el Tractus: 1) todos los elementos significativos del lenguaje son o pueden reducirse a nombres lógicamente propios que se corresponden de manera inmediata con los objetos y 2) el significado de un término es el objeto que nombra (su referencia). Las Investigaciones señalan que los nombres son solamente una parte de los términos significativos del lenguaje y posee una gran cantidad de expresiones (ay, auxilio, bien) que no denominan nada y sin embargo tienen significado.

 

          Lo que significa una palabra no se determina por la referencia de ella hacia algún objeto que deba designar. El significado de una palabra es su uso en el lenguaje. Las palabras son instrumentos que se usan de forma variada. Los usos del lenguaje están determinados por los diferentes contextos en que se inserta, A tales contextos Wittgenstein los llama “juegos del lenguaje” y se caracterizan por ser múltiples. Se distinguen tres sentidos: 1 ) ciertas formas lingüísticas de carácter primitivo y simple, 2) el lenguaje ordinario junto con las actividades y realizaciones pertenecientes a él y 3) sistemas lingüísticos parciales, entidades funcionales o contextos que forman parte de un todo orgánico.

 

          Wittgenstein se refiere a lenguajes primitivos a las maneras de utilizar signos más simples que los del lenguaje ordinario (como los balbuceos de un niño). El segundo sentido pone de relieve el carácter contextual del significado y la inserción del lenguaje dentro de las formas de vida. El tercer sentido se relaciona con aspectos tales como dar órdenes, traducir un lenguaje, resolver un problema aritmético, entre otros. No puede definirse el número de juegos del lenguaje que existen; se recrean constantemente dentro de diferentes contextos y en diversas circunstancias. El lenguaje se caracteriza por una serie de “reglas de uso” que lo conforman; han de ser respetadas, aunque pueden variar conforme al juego en que se encuentren. Para Wittgenstein el reglamento del lenguaje es la gramática. Las reglas gramaticales se basan en convenciones. La gramática es arbitraria en el sentido de que su objetivo no es otro más que el lenguaje. La autonomía de la gramática no supone su absoluta arbitrariedad, ya que el lenguaje exige una constancia en los juicios. Aunque las reglas de la gramática son arbitrarias, su aplicación no lo es: hay libertad para establecerlas, pero una vez establecidas han de ser respetadas por todos los que participan en el juego del lenguaje. El lenguaje es social. Mediante su uso el ser humano puede relacionarse con sus semejantes e integrarse a una comunidad. Es una forma de conducta humana. El segundo Wittgenstein hace hincapié en el carácter pragmático y social del lenguaje. El lenguaje no es un instrumento que opera de modo aislado. Las actividades del lenguaje no son propiedad privada de un individuo, pertenecen a una comunidad. El lenguaje posee reglas (acatarlas es una costumbre, una práctica o una institución). Hablar un lenguaje requiere estar de acuerdo en una serie de patrones de conducta. El acuerdo en el lenguaje implica acuerdo en las formas de vida.

 

          No existe una propiedad común a todas las entidades que se subsumen bajo el término general de “lenguaje” debido a que los juegos del lenguaje son sumamente variados (resulta inútil tratar de encontrar una definición única). El lenguaje en las Investigaciones es imposible de definir en términos unívocos. Wittgenstein ofrece características de los juegos del lenguaje como rasgos generales o de conjunto, pero no significa que pretenda definir el lenguaje o revelar su esencia. Wittgenstein es consciente del problema que se presenta frente al surgir constante de nuevos juegos del lenguaje, cada cual con sus reglas específicas. Propone su tesis de “parecidos de familia” con el fin de salvaguardar la posibilidad de la interrelación y la intercomunicación. Esta tesis consiste en que así como sucede en el plano familiar, donde unos miembros de la familia se parecen a otros en determinados rasgos sin por ello ser idénticos, no existe una coincidencia unívoca en los juegos del lenguaje.

 

        La nueva visión del lenguaje implica un cambio en la concepción del método y actividad filosóficos; no así en el fin de la filosofía (la determinación de los límites del lenguaje). En las Investigaciones la obligación de permanecer dentro de los límites de un lenguaje específico es condicional, aunque si se quiere jugar un determinado juego de lenguaje es necesario acatar sus reglas; en el Tractus la prohibición de traspasarlos era absoluta. Desde esta nueva perspectiva, la tarea de la filosofía no consiste en imponer al lenguaje una estructura determinada, sino describirlo. El problema del lenguaje religioso no fue el motivo primordial que influyó en el cambio de pensar de Wittgenstein. Sin embargo, tendrían repercusiones con respecto al estatus de la religión y al tema de Dios. Si se quiere determinar el significado de la palabra “Dios”, no se adelanta nada con decir que carece de significado por no ser un término empíricamente verificable; lo que corresponde al respecto es determinar los usos y las funciones que tal palabra desempeña dentro del lenguaje. En las Investigaciones se abre la puerta a la posibilidad de un lenguaje religioso. Aunque el tema de Dios y la religión no son contemplados directamente en las Investigaciones, su tratamiento en otras obras pertenecientes al segundo Wittgenstein supone el marco teórico de la nueva concepción del lenguaje que se elabora en ellas. De acuerdo con Wittgenstein, la creencia y la práctica religiosa, así como su lenguaje, se producen en un plano totalmente distinto del de las creencias y el lenguaje de la vida corriente. El creyente piensa de otro modo, no se le puede contradecir ni no contradecir, no se sabe ni siquiera si se le entiende o no. La creencia religiosa se muestra en el creyente regulando todos los aspectos de su vida. El creyente no es racional pero tampoco es irracional. Simplemente asume su vida y trata los asuntos relacionados con su fe desde una esfera distinta de aquella en que se dilucidan otros aspectos de la vida cotidiana. A diferencia de los desacuerdos relacionados con la ciencia o con la filosofía, los desacuerdos religiosos tienen consecuencias para con el modo de vivir.

 

          Wittgenstein también examina la diferencia entre el uso de imágenes para representar a personas, incluidos los personajes bíblicos y el uso de imágenes para representar a Dios. La palabra “Dios” ha sido empleada en la religión como un vocablo que representa a una persona; empero la cuestión acerca de su existencia desempeña un papel completamente diferente de la existencia de cualquier otra persona u objeto de los que tenga experiencia. No creer en Dios se toma como algo malo, a diferencia de si se dice no creer en la existencia de alguna otra cosa (como los extraterrestres). Para el segundo Wittgenstein lo importante en el discurso acerca de Dios no es determinar si existe o no, sino lo que se quiere decir con la palabra “Dios”; y ante eso, la forma en que actúan las personas con base a su creencia o no creencia en Dios. La creencia en la existencia en Dios es totalmente diferente de la creencia en teorías científicas (por ejemplo big ban o selección natural). En la creencia en Dios no se espera ni tampoco se exige una prueba empírica por medio de observaciones, contrastaciones o experimentos, mientras que en las teorías científicas han de estar respaldadas empíricamente. De acuerdo con el segundo Wittgenstein, la religión supone el cambio de vida más radical que pueda experimentar el ser humano. La religión no se reduce a lenguaje, ni doctrina, sino que encierra un plus de sentido, en tanto la fe es aquello que necesita el creyente. La creencia religiosa es una cuestión personal, un compromiso personal con un modo de vida. Aunque concede que la religión puede tener un lenguaje, asevera que este no tiene que ver con el establecimiento de dogmas de fe de índole positiva. El carácter de la religión no es científico ni doctrinal. Wittgenstein consideraba la religión como una forma de vida. Basados en la concepción de wittgensteinniana de un lenguaje pluralista y polifónico, que responde a diversas formas de vida, se pueden hacer dos aseveraciones concernientes al plano de la vivencia religiosa y el quehacer teológico contemporáneo.

 

          Primero. El lenguaje (incluido el lenguaje religioso) no es esencialista, no pretende reflejar la estructura lógica del mundo; por el contrario, se enmarca en el ámbito de las prácticas humanas (se configura dentro de formas de vida que el ser humano posee). Desde tal punto de vista, la petrificación del lenguaje religioso, el deseo de fijar la experiencia religiosa en rígidos marcos conceptuales, el afán por atribuirles a ambos algún tipo de evidencia científica positiva, carecen de sustento legitimo y le hacen un débil favor tanto a la experiencia religiosa como al lenguaje en que ella se expresa. De igual modo que cualquier tipo de lenguaje no puede permanecer estático, sino que se recrea y reconstruye constantemente en múltiples y nuevos juegos, la experiencia religiosa se enriquece y se amplía al darse paso a una diversidad de “herramientas” que no tienen que ser necesariamente de cuño religioso; lo que permite que en el lenguaje religioso entren las metáforas, los símbolos, los gestos, el arte, como recursos válidos de la experiencia y la expresión religiosa.

 

          Segundo. Los juegos de lenguaje no son islotes semánticos. Las palabras del lenguaje religioso adquieren su significación en el ámbito propiamente religioso, lo que no impide que puedan relacionarse con otras del lenguaje no religioso. El significado religioso no surge al margen de otros tipos de significados, ni se encuentra desvinculado de ellos. Una característica del pensamiento occidental es querer abstraer, de la riqueza de la experiencia humana en el mundo, unos cuantos principios explicativos que puedan dar cuenta de todo cuanto existe. Sin embargo, la realidad sobrepasa todo intento de simplificación. La teología debe seguir realizando esfuerzos para entablar un diálogo fecundo con otras disciplinas. No puede la teología pretender dar respuesta a todas las interrogantes de la vida, como tampoco puede la ciencia pretender dar soluciones a todos los problemas humanos. Ciencia y religión, aunque son juegos de lenguaje distintos, pueden dialogar y enriquecerse mutuamente; aportar algo a la existencia humana que dentro de sí conllevan un uso objetivo y positivo de la razón, como uno simbólico y mítico. Esta misma labor se muestra fecunda si se extiende, además del binomio religión-ciencia, también al diálogo interreligioso. Una de las adecuadas adaptaciones del pensamiento wittgensteiniano a la realidad religiosa y teológica contemporánea sería comprender los diversos juegos de lenguaje religioso, con el fin de establecer relaciones humanas inclusivas, de tolerancia, justicia, respeto y ecumenismo.   

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