DE CULTURAS, SUBCULTURAS Y ESTILOS
Del autor Carles Feixa
William M.J. Calderón Chaves
03 de noviembre de 2012
A continuación se indica parte del aporte que ofrece Feixa (1998) respecto a temas vinculados a los jóvenes, culturas, subculturas y estilos, a la vez que se reflejan importantes elementos y conceptos que ayudan a elaborar una investigación de prácticas religiosas o eclesiales, entre otros campos de análisis.
El concepto de culturas juveniles
Sentido amplio. Refieren a la manera en que las experiencias sociales de los jóvenes son expresadas colectivamente mediante la construcción de estilos de vida distintivos, localizados fundamentalmente en el tiempo libre, o en espacios intersticiales de la vida institucional.
Sentido más restringido. Definen la aparición de “microsociedades juveniles”, con grados significativos de autonomía respecto de las “instituciones adultas”, que se dotan de espacios y tiempos específicos, y que se configuran históricamente en los países occidentales tras la II guerra mundial, coincidiendo con grandes procesos de cambio social en el terreno económico, educativo, laboral e ideológico. Su expresión más visible son un conjunto de estilos juveniles “espectaculares”, aunque sus efectos se dejan sentir en amplias capas de la juventud.
Culturas juveniles. Aunque técnicamente el concepto más correcto es el de subculturas. Sin embargo se emplea la palabra cultura para evitar los usos desviacionistas predominantes en el uso del segundo término (de inferior categoría). Se habla a su vez en plural (culturas) para subrayar la heterogeneidad interna de las mismas. La noción de culturas juveniles remite a la noción de culturas subalternas.
Las culturas subalternas. Son consideradas como las culturas de los sectores dominados que se caracterizan por su precaria integración en la cultura hegemónica, más que por voluntad de oposición explícita. Se caracterizan por la no integración o integración parcial en las estructuras productivas y reproductivas.
Los jóvenes (incluso los provenientes de las clases dominantes) acostumbran a tener escaso control sobre la mayor parte de aspectos decisivos en su vida (sometidos a tutela de instituciones adultas). La diferencia de la condición juvenil respecto a otras condiciones sociales subalternas (campesinos, mujeres y minorías étnicas) es que se trata de una condición transitoria (pasan a ser adultos, pero nuevas generaciones los reemplazan). Tal carácter transitorio ha sido utilizado a menudo para menospreciar los discursos culturales de los jóvenes. La articulación social de las culturas juveniles puede abordarse desde tres escenarios: cultura hegemónica, culturas parentales y culturas generacionales.
Hegemónica. Refleja la distribución del poder cultural a escala de la sociedad más amplia. La relación de los jóvenes con la cultura dominante está mediatizada por las diversas instancias en las que se transmite y se negocia este poder (escuela, sistema productivo, ejército, medios de comunicación, órganos de control social, etc.)
Parentales. Se pueden considerar como las grandes redes culturales, definidas fundamentalmente por identidades étnicas y de clase, en el seno de las cuales se desarrollan las culturas juveniles, que constituyen subconjuntos. Refieren las normas de conducta y valores vigentes en el medio social de origen de los jóvenes. No se limita a la relación directa entre “padres” e “hijos” sino a un conjunto más amplia de interacciones cotidianas (miembros de generaciones diferentes, la familia, el vecindario, la escuela local, las redes de amistad, las entidades asociativas, entre otros).
Generacionales. Refieren la experiencia específica que los jóvenes adquieren en los espacios institucionales (escuela, trabajo, medios de comunicación), de espacios parentales (familia, vecindario) y en especial de espacios de ocio (la calle, el baile, los locales de diversión). En estos ámbitos los jóvenes se reúnen y empiezan a identificarse con determinados comportamiento y valores, diferentes a los vigentes entre los adultos.
En una perspectiva etnográfica pueden ser útiles los conceptos de microcultura y el término contracultura.
Microcultura. Describe el flujo de significados y valores manejados por pequeños grupos de jóvenes en la vida cotidiana, atendiendo a situaciones locales concretas.
• La banda sería una forma de microcultura emergente en sectores urbano-populares. Evitando el uso tradicional (actividades marginales) el concepto hace referencia a los grupos informales localizados de jóvenes de las clases subalternas, que utilizan el espacio urbano para construir su identidad social, y que corresponden a agrupaciones emergentes en otros sectores sociales (cuadrillas de clase media, fraternidades estudiantiles, etc.). Cada banda puede caracterizarse por un determinado estilo; o bien, ser producto de la mezcla sincrética de varios estilos existentes en su medio social.
Contracultura. Se refiere a determinados momentos históricos en que algunos sectores juveniles expresan de manera explícita una voluntad impugnadora de la cultura hegemónica, trabajando subterráneamente en la creación de instituciones que se pretenden alternativas (Hall y Jefferson, 1983; Yinger, 1982; citado por Feixa, 1998, p. 87).
Las culturas juveniles no son hegemónicas ni estáticas. Tienen fronteras láxas y los intercambios entre los diversos estilos son numerosos. Los jóvenes no acostumbran a identificarse con un mismo estilo, sino que reciben influencia de varios estilos y a menudo construyen un estilo propio (dependiendo de gustos estéticos, musicales y de los grupos primarios con los que se relaciona). Se pueden analizar desde dos perspectivas.
En el plano de las condiciones sociales. Derechos y obligaciones que definen la identidad en el seno de una estructura social determinada. Se construyen con materiales provenientes de las identidades generacionales (género, clase, etnia y territorio).
En el plano de las imágenes culturales. Atributos ideológicos y simbólicos asignados y/o apropiados. Se traducen en estilos más o menos visibles que integran elementos materiales e inmateriales heterogéneos (moda, música, lenguaje, prácticas culturales y actividades focales).
Culturas juveniles y generación. El factor estructurador de las culturas juveniles es la generación. Es el nexo que une biografías, estructuras e historia. Remite a la identidad de un grupo de edad socializado en un mismo período histórico. En palabras de Bourdieu (1979:530) citado por Feixa (1998, p. 88), “es la transformación del modo de generación social de los agentes lo que determina la aparición de generaciones diferentes y de conflictos de generaciones”. Se identifican por la adscripción subjetiva de los actores, por un sentimiento de “contemporaneidad” expresada por “recuerdos en común” (Augé, 1987:33) citado por Feixa (1998, p. 88). Las culturas juveniles más visibles tienen identidad generacional más clara; a su vez, conviven diversos estilos, sin embargo, existe uno que se convierte en hegemónico el cual sella el perfil de toda una generación.
Culturas juveniles y género. Han tendido a ser vistas como fenómenos exclusivamente masculinos. Proceso de emancipación de la familia de origen y de articulación de una identidad propia (pública o laboral). En cambio, para las muchachas, consiste habitualmente en el tránsito de una dependencia familiar a otra (esfera privada). Al mismo tiempo se plantea si tal invisibilidad no es el resultado de un estereotipo cultural generado por investigadores e informantes masculinos.
Culturas juveniles y clase. El término “cultura juvenil” se basa en el hecho de que lo que le sucedió a la “juventud” en este período era radical y cualitativamente distinto de cualquier cosa que hubiera sucedido antes (Hall y Jefferson, 1983:15; citado por Feixa (1998, p. 90). Pueden interpretarse como intentos de afrontar las contradicciones que permanecen irresueltas en la cultura parental. Los jóvenes aprenden algunos rasgos culturales básicos (roles sexuales, lenguaje, maneras de mesa, gustos estéticos). Comparten determinadas modas, música, intereses focales, espacios de ocio, adornos, que a menudo se traducen en determinadas etiquetas usadas en la interacción social de la vida cotidiana. Se pueden referir a diversas clases (culturas obreras, clase media, etc.). Aunque los jóvenes se identifiquen con otros miembros de su propio grupo de edad, no pueden ignorar los aspectos fundamentales que comparten con los adultos de su clase (oportunidades educativas, itinerarios laborales, problemas urbanísticos, espacios de ocio, entre otros).
Culturas juveniles y etnicidad. Se refiere a la identidad cultural. En las interacciones entre los diversos grupos, las fronteras étnicas pueden confundirse con las fronteras raciales (entendidas como etiquetas sociales).
Culturas juveniles y territorio. A pesar que puede coincidir con la clase y la etnia, es preciso considerarlo de manera específica (incluso puede predominar sobre estos dos factores). Las culturas juveniles se adaptan a su contexto ecológico (estableciéndose una simbiosis en ocasiones insólita entre “estilo” y “medio”). Además, se crean territorios propios, apoderándose de determinados espacios urbanos (la esquina, la calle, la pared, el local de baile, la discoteca, el centro urbano, las zonas de ocio, por citar algunos).
Culturas juveniles y estilo. Puede definirse como la manifestación simbólica de las culturas juveniles, expresadas en un conjunto más o menos coherente de elementos materiales e inmateriales, que los jóvenes consideran representativos de su identidad como grupo. Para analizar cómo se construye un estilo pueden utilizarse dos conceptos de la semiótica:
Bricolaje. Sirve para comprender la manera en que objetos y símbolos inconexos son reordenados y recontextualizados para comunicar los significados. Sistema total de signos compuesto por elementos heteróclitos que provienen de un repertorio ya existente.
Homología. Remite a la simbiosis que se establece, para cada subcultura particular, entre los artefactos, el estilo y la identidad del grupo.
El estilo constituye una combinación jerarquizada de elementos culturales (textos, artefactos, rituales), de los que pueden destacarse
Lenguaje. Formas de expresión oral (palabras, giros, frases hechas, entonación, etc.).
Música. La audición y la producción musical son elementos centrales en la mayoría de estilos juveniles. La mayor parte de los jóvenes hacen un uso selectivo y creativo de la música que escuchan en la radio, el tocadiscos o conciertos.
Estética. Corte de pelo, ropa, atuendos, accesorios, etc.
Producciones culturales. Los estilos no son receptores pasivos de los medios audiovisuales, sino que se manifiestan públicamente en una serie de producciones culturales (revistas, fanzines, grafitis, murales, pintura, tatuajes, vídeo, radios, cine, etc.).
Actividades focales. Participación en determinados rituales y actividades focales propias de cada banda o estilo. Habitualmente se trata de actividades de ocio.
Los estilos distan mucho de ser construcciones estáticas (experimentan ciclos temporales, se modifican). No puede hablarse de un estado “auténtico” en que el estilo no estaría contaminado, debido a que desde su origen la creación estilística es sincrética y multifacética.
Referencia bibliográfica
Feixa, Carles (1998). Capítulo III: De culturas, subculturas y estilo. En: De jóvenes, bandas y tribus: Antropología de la juventud (pp. 84-105). Editorial: Ariel S.A. Barcelona.